Xiye Bastida y el salto de los jóvenes activistas climáticos de las calles a los despachos
Xiye Bastida es, literalmente, hija de una cumbre climática. Sus padres se conocieron en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, celebrada en junio de 1992, publica el diario EL PAÍS.
Su madre, chilena de raíces europeas, había liderado varios plantones para evitar que se construyeran siete represas, mientras su padre, de origen otomí-tolteca, un pueblo indígena mexicano, defendía lo que su comunidad había creído desde siempre: que el ser humano debía ser recíproco con la madre tierra.
Ambos viajaron a Brasil como representantes de sus países ante la ONU, y allí surgió el amor, entre conversaciones sobre la protección de la atmósfera, la conservación de la biodiversidad, o la lucha contra la deforestación. Diez años después, nació ella.
No es de extrañar, por tanto, que Bastida -que migró junto a ambos a Estados Unidos a los 13 años- se convirtiera en uno de los rostros más visibles del movimiento estudiantil internacional que en 2019 llevó a millones de jóvenes a protestar en distintas ciudades del mundo para pedir acciones contra el calentamiento global y el cambio climático.
Una efervescencia alimentada por las redes sociales, avivada por la figura de Greta Thunberg y materializada por una generación temerosa del futuro, mas no de salir a las calles. Los viernes de fiesta fueron reemplazados por los de reivindicación de los Fridays for future.
Xiye recuerda aquel año con ilusión. Empezó organizando a los estudiantes de su escuela, que iban a hablar con las autoridades locales, aunque no les prestaban mucha atención.
Entonces, comenzaron a ver noticias de Greta Thunberg y comprendieron que no estaban solos, “que había otros jóvenes alrededor del mundo a los que les importaba lo mismo”, dice.
Florecía una revolución juvenil por el clima. En agosto de ese año, el mundo siguió la travesía de la joven sueca que, para evitar las huellas de carbono de un vuelo comercial, optó por atravesar el océano en yate durante 14 días.
Xiye la recibió al otro lado del Atlántico, y se convirtió en una de las principales organizadoras de Fridays for future -o Viernes por el Futuro- en Nueva York.
El grupo inicial de 15 estudiantes de su secundaria fue creciendo y se extendió a otros colegios hasta que en septiembre, con motivo de la Asamblea General de la ONU, lograron reunir a 600.000 personas.
“Superó nuestras expectativas, y cambió mi vida. Cuando caminamos por las calles de Wall Street, yo creo que todos los empresarios que nos vieron por las ventanas, sintieron el poder”, relata Bastida en una charla con EL PAÍS desde Medellín, donde asistió al foro She Is Global para compartir sus experiencias.
Pregunta. Después de la fundación de Fridays for Future llegó la pandemia, y se perdió el impulso. ¿Qué ha pasado en estos años?
Respuesta. La pandemia se vino encima y paró todo el momento que traíamos. Yo fundé mi organización, Re-Earth Initiative. Dije: si no lo puedo hacer en las calles, lo voy a hacer virtual, y movilizamos a 300.000 personas en línea para el Día de la Tierra. Seguimos trabajando, estudiando, educándonos entre nosotros y hoy hacemos parte de muchas organizaciones a las que les damos asesoría. También, como todos estábamos en línea, nos dimos cuenta que marchar en las calles excluía a muchos activistas, porque por ejemplo es ilegal hacer una protesta en Malasia o en Singapur. Que no estemos en las calles no significa que no estemos permeando el mundo de la toma de decisiones.
Hoy, el movimiento funciona mediante organizaciones lideradas por jóvenes que están recaudando y entregando fondos para otros jóvenes, como el Fondo Juvenil para la Justicia Climática.
Es un logro muy importante y en la cumbre que viene vamos a hablar sobre cómo los países tienen que empezar a tomar responsabilidad de sus decisiones históricas para mantener este fondo.
Otro logro gigantesco es que desde el año pasado se mencionan los combustibles fósiles en la declaración de las Naciones Unidas. El hecho de que podamos ya nombrar por qué estamos en esta crisis, que no se había logrado en 27 años, es monumental, porque significa que ahora todos los países deben tener un plan de transición energética.
Eso es un cambio sistémico. Y otro logro es que Naciones Unidas reconoció que tenemos un derecho a un medio ambiente sano. Entonces nosotros podemos usar marcos como esos para empezar a demandar a todo el mundo. Si los cambios no se están haciendo ya, con la información que existe, tenemos que empezar a poner presión legal.
A lo que sí le tenía miedo era al sistema de inmigración de Estados Unidos. Tenía miedo de que me vieran en una protesta y me fueran a decir: te quitamos tu visa, porque yo no tengo los mismos derechos de un ciudadano. Tenía miedo de que me deportaran.
Gran parte de la población mundial se va a tener que desplazar por la crisis climática, por huracanes más fuertes, por incendios, y el mundo no está preparado. Si no estamos preparados hoy en día para la migración causada por conflictos políticos y armados, mucho menos para una migración climática.
¿A dónde va a ir la gente de las islas que están ya debajo del agua? ¿Dónde está el concepto de nación? Hay islas que, como van a desaparecer de forma física, van a quedar debajo del agua, quieren hacerse naciones en internet, naciones virtuales.
También se han visto marcos legales para darle protección a ríos, a montañas, a ecosistemas, y con mis compañeros estamos trabajando en un proyecto que se llama Tribunal para las generaciones futuras.
Así como tenemos derechos para los niños, para los refugiados, darles un derecho a las generaciones futuras. ¿Qué decisiones estamos tomando hoy que pueden violar los derechos de las generaciones que nazcan en 50, en 100 años?
Sabemos que la Corte Internacional de Justicia y otras cortes pueden ser muy lentas, pero creemos en el simbolismo de decir que nosotros vamos a hacer una declaración para las generaciones futuras, y de hecho las Naciones Unidas en septiembre de este año va a hacerlo.
Fui criada con una consciencia ambiental, y cuando me di cuenta que mis compañeros no tenían el mismo pensamiento, les preguntaba a mis padres: por qué me hablan del cambio climático si nadie habla de eso. Pensaba que estaban casi que inventándose cosas, porque yo no lo veía. Pensaba: si esto en verdad estuviera sucediendo, la gente cambiaría su forma de ser y actuar, y no fue hasta que se inundó mi comunidad que me di cuenta de que la crisis climática ya estaba pasando.
Con una legislación que diga: vamos a prohibir estos plásticos, lo quitas mucho más rápido que si yo fuera casa por casa. Entonces en eso me enfoco: en el cambio sistémico. Por eso voy a muchísimas cumbres, pero con el objetivo de influir en la gente que toma las decisiones, y sobre todo para decirles que nos incluyan a los jóvenes en la toma de esas decisiones.
Con información de diario EL PAÍS
Foto: Getty Images
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