La temporada de huracanes de este año está cumpliendo las predicciones de letalidad que se vieron al principio del año, sin embargo hemos visto un comportamiento cada vez más diferente de estos fenómenos naturales. Una de las pruebas más importantes fue la trayectoria y comportamiento del huracán Helene, que tocó tierra en el sureste de Estados Unidos la semana pasada.
¿Qué hizo a Helene diferente?
Como sucede con cualquier otra gran tormenta, la naturaleza letal de Helene fue producto de numerosas variables, combinadas de forma incorrecta. En Carolina del Norte, simplemente hubo demasiada lluvia a la vez, aunado al hecho de que el verano caluroso ya había saturado el aire de humedad.
Helene provocó lluvias en la zona días antes de que el huracán llegara al estado, y se fusionó con otros sistemas de tormenta, lo que resultó en aún más lluvia. Las montañas dieron a los vientos de la tormenta un impulso adicional, enviando humedad a gran altura en el aire, donde se condensó y produjo aún más precipitaciones. Las lluvias remanentes se sumaron a la lluvia total a medida que la tormenta se alejaba.
Las inundaciones por lluvia se están volviendo más mortales que las marejadas ciclónicas en parte debido a la crisis climática, que a su vez ha sido causada por los humanos. Cuanto más caliente esté el océano, más humedad puede absorber un huracán. De manera que entre más caliente esté nuestra atmósfera, más humedad puede darle a un ciclón. La crisis climática también puede provocar que las tormentas mantengan su fuerza una vez entrando a tierra. Un ejemplo de esto también es el huracán Otis, cuyo ojo pegó directamente en tierra en octubre de 2023.
En los días posteriores a Helene, los investigadores han probado cuantificar la influencia del cambio climático en la gravedad de la tormenta. Una estimación preliminar, del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, sugiere que la crisis climática pudo haber causado hasta un 50% más de lluvia en algunas partes de las Carolinas y Georgia.
A medida que se acercaba Helene, los habitantes de Carolina del Norte esperaban lluvia e inundaciones repentinas, sin embargo, no se emitieron órdenes de evacuación masiva. La entidad de Buncombe, donde se encuentra Asheville y uno de los condados más afectados de Carolina del Norte, depende de mapas de inundaciones de 2010 (y que ya son obsoletos) para su planificación de emergencia, por lo que es posible que los funcionarios no hayan tenido las herramientas suficientes para prevenir adecuadamente a los residentes en las zonas de mayor riesgo. Además, las regiones montañosas y boscosas del estado carecen del tipo de infraestructura de evacuación que es estándar en la costa, incluida la señalización sobre las rutas de salida. Cuando los ríos comenzaron a desbordarse y la lluvia siguió cayendo, probablemente ya era demasiado tarde para evacuar. El diluvio debilitó el suelo, provocando deslaves en cascada que derrumbaron casas y caminos.
Tomando precauciones ante la crisis
A pesar de estos fallos de preparación, la respuesta a la tormenta probablemente salvó muchas vidas. El huracán Katrina, por ejemplo, tuvó un saldo de 1400 muertos en 2005 en parte debido a la pésima reacción del gobierno federal.
No todos los huracanes recientes en Estados Unidos han presentado ayuda adecuada: la respuesta del gobierno federal al huracán María en 2017 fue lenta y demasiado pequeña en proporción a la destrucción que sufrió Puerto Rico. Como resultado murieron unas 3,000 personas.
Las decisiones oficiales tomadas antes de la llegada de Katrina también contribuyeron a la lista de víctimas: a pesar de los pronósticos alarmantes, Nueva Orleans esperaba para emitir órdenes de evacuación hasta menos de un día antes de que el huracán tocara tierra. Y cuando se emitió la alerta, muchos residentes de la ciudad, que tienen una de las peores disparidades de ingresos en el país, no pudieron evacuar. Aunado a esto, los viejos diques de Nueva Orleans se rompieron, sumergiendo la mayor parte de la ciudad.
Un estudio de los ciclones tropicales de Estados Unidos desde 1930 hasta 2015, publicado por AP News, concluyó que las tormentas pueden contribuir a cientos de muertes adicionales hasta por 15 años después de que tocan tierra, debido al estrés y las dificultades financieras que impiden a las personas obtener Atención médica y otras dificultades a largo plazo.
Huracanes como María, Otis, Helene y (muy probablemente) Milton tendrán esto en común debido a su extrema letalidad y a lo mucho que dejaron ver lo que le hace falta a nuestra preparación con su devastadora llegada. Además de optimizar los sistemas de prevención y preparación ante desastres es indispensable atacar el problema de raíz: el alza de las temperaturas del agua causada por la crisis climática, y principalmente por el uso de combustibles fósiles. Esta será la única manera de evitar tragedias como estas en el futuro.
También te puede interesar: La violencia a los defensores ambientales











