Las terribles inundaciones en Texas que han dejado un saldo de más de 105 personas muertas han capturado la atención del mundo no sólo por el factor trágico sino por las muestras de cómo la combinación de la negligencia y el poder de los desastres naturales pueden dejarnos ningún elemento para defendernos.
El fenómeno meteorológico que desató más de 25 cm de lluvia en cuestión de horas (es decir, la cantidad de agua que hubiera llovido a lo largo de meses condensada en solo algunas horas) es precisamente el tipo de fenómeno que, según los científicos, se está volviendo más común debido a la crisis climática. Y esto se juntó con el hecho de que esta región de Texas es semi árida, por lo que el suelo no tiende a absorber tanta agua de manera que los arroyos y ríos poco profundos pueden desbordarse rápidamente.
Las ráfagas de lluvia colosales como las que causaron las inundaciones mortales en Texas son cada vez más frecuentes e intensas en todo el mundo a medida que la quema de combustibles fósiles calienta el planeta, según los científicos.
El aire cálido retiene más humedad que el aire frío y, a medida que suben las temperaturas, las tormentas pueden producir aguaceros más intensos. Cuando se enfrentan a una infraestructura obsoleta o a sistemas de alerta inadecuados, las consecuencias pueden ser catastróficas.
El aire húmedo llega a la zona desde dos fuentes principales: el Golfo de México y el Océano Pacífico tropical. Cuando este aire choca con el aire frío que desciende pueden estallar fuertes tormentas. El terreno montañoso y los cañones escarpados canalizan rápidamente la lluvia hacia los valles fluviales, transformando el flujo de arroyos en lo que podrían ser cascadas.
El ciclo inundación-sequía
La crisis está alterando el ciclo del agua con consecuencias obvias para el medio ambiente y la humanidad, según un informe publicado por el Consorcio Global Water Monitor, una iniciativa de la Universidad Nacional Australiana (ANU). A nivel mundial, el aire se está volviendo más cálido y seco, lo que significa que las sequías y las condiciones de riesgo de incendios se están desarrollando con mayor rapidez y frecuencia.
A medida que nuestro planeta experimenta los efectos crecientes del cambio climático, la frecuencia y la gravedad de los fenómenos meteorológicos extremos, como sequías e inundaciones, se han disparado.
En los últimos años ha surgido una tendencia preocupante que amenaza el delicado equilibrio de nuestros ecosistemas y plantea riesgos de niveles catastróficos para comunidades de todo el mundo. Las inundaciones de Texas son un recordatorio de estos cambios y de que nos encontramos atrapados en un ciclo cada vez más intenso de sequías seguidas de inundaciones devastadoras. Comprender qué impulsa este ciclo es fundamental para nuestro futuro. Este fenómeno, profundamente problemático suele coincidir con incendios forestales, lo que agrava la devastación y contribuye a un mayor número de emisiones.
El estudio señala que el número de veces que se batieron récords de precipitación mensual alta en una de las 4687 cuencas fluviales del mundo fue el más alto desde 2010 y un 14 % superior al registrado alrededor del año 2000 (1995-2000). La investigación ha descubierto que las tendencias en alza en las precipitaciones extremas durante períodos más cortos (cinco días o menos) se han vuelto más comunes que las tendencias a la baja.
En cuanto a los períodos más secos, los autores señalan que el número de veces que se batieron récords de precipitación mensual baja fue el tercero más alto desde 1979 y un 12 % superior al promedio del año 2000. El mayor número de récords de baja precipitación anual se registró en los últimos tres años, y parece haber una tendencia a largo plazo hacia más meses con precipitaciones récord.
¿A qué se debe?
La explicación detrás de esto es que el aumento de las temperaturas globales altera los patrones de precipitación, provocando períodos secos prolongados y una mayor intensidad de lluvias cuando finalmente llegan. Esta perturbación climática altera el equilibrio necesario para la gestión sostenible del agua y aumenta la probabilidad de ciclos de sequía-inundación. Incluso cuando en épocas pasadas también hubiera habido sequías e inundaciones, la intensidad de los fenómenos ha aumentado de manera rampante a causa de la crisis climática.
Desafortunadamente, las actividades humanas han agravado la situación al alterar los paisajes naturales y obstaculizar el ciclo hidrológico. La acumulación de hormigón en el suelo permeable, consecuencia de la urbanización y el desarrollo de infraestructuras, impide la infiltración natural del agua de lluvia en los acuíferos. En lugar de reponer las reservas de agua subterránea, la lluvia se desvía rápidamente, agravando las condiciones de sequía al no reponer las valiosas reservas de agua. Este enfoque miope del uso del suelo ha magnificado la intensidad y la frecuencia de los ciclos de sequía-inundación.
Si bien los Sistemas de Drenaje Sostenible (SUDS) han ganado popularidad como solución a las inundaciones urbanas, su eficacia para abordar los ciclos de sequía-inundación es limitada.
¿Qué nos depara el futuro?
Algunas tendencias están comenzando a surgir con claridad y suscitan cierta preocupación. Por ejemplo, está aumentando la incidencia de los fenómenos más extremos. Es decir, en resumen, los períodos en que las precipitaciones son demasiado abundantes, hasta el punto de aumentar el riesgo de inundaciones, o excesivamente escasas, desencadenando así en sequías.
Se podría decir que la atmósfera es como una esponja gigante. A medida que el aire se calienta, como ha estado sucediendo debido al cambio climático, la esponja puede retener mucha más agua. Y luego, cuando hay una tormenta, la misma esponja puede expulsar mucha más agua que antes.
Daniel Swain, científico del clima de la Universidad de California, afirmó que la investigación demostró que, a medida que el planeta se calentaba, los episodios repentinos de precipitaciones extremas se volvían más intensos. Según datos que se remontan a 1910, nueve de los diez principales eventos de precipitación extrema de un día han ocurrido desde 1995, según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos.
A medida que el mundo continúa calentándose y los fenómenos de lluvias extremas se vuelven más intensos, será necesario que las comunidades vulnerables se preparen para los peligros de un planeta más caliente. Y es importante que concentremos nuestros esfuerzos no sólo en brindar ayuda humanitaria a las comunidades afectadas sino a construir ciudades más resilientes, ayudándonos de elementos naturales como plantas nativas (en el caso de huracanes e inundaciones) y de sistemas de alerta y repliegue adecuados para salvar el mayor número de vidas posible.
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