El verano de 2025 será recordado como uno de los más calurosos de Europa. Estas olas de calor no son meras anomalías meteorológicas. Un estudio publicado en Nature establece, por primera vez, una relación directa entre 213 olas de calor ocurridas entre 2000 y 2023, con las emisiones de 180 empresas de combustibles fósiles, conocidas como grandes empresas de carbono.
Estas emisiones aumentaron la probabilidad e intensidad de estas olas de calor, provocando sufrimiento humano, pérdidas económicas y daños ecológicos
«Las empresas de combustibles fósiles y cementeras no son simplemente contribuyentes abstractos al cambio climático: sus emisiones han alimentado directamente las olas de calor». Este enfoque pionero de la atribución climática da un paso adelante: establece una relación concreta entre las emisiones corporativas históricas y los fenómenos climáticos extremos a escala global.
Contribución concreta de los principales responsables del carbono
El calentamiento provocado por la actividad humana ha intensificado las olas de calor en 1.4 °C entre 2000 y 2009, 1.7 °C entre 2010 y 2019 y 2.2 °C entre 2020 y 2023. En ese mismo periodo, la probabilidad de que ocurran se disparó: un evento que a inicios de los 2000 era extremadamente raro se volvió 20 veces más frecuente, y hoy es 200 veces más probable que en un clima preindustrial.
Este cambio revela cómo lo que antes se consideraba excepcional se ha transformado en algo común, evidenciando la rápida aceleración de los fenómenos extremos por efecto de las emisiones humanas.
Detrás de esta crisis, las 14 mayores compañías de combustibles fósiles —entre ellas Saudi Aramco, Gazprom, ExxonMobil, Chevron, BP, Shell, Pemex y TotalEnergies— concentran por sí solas el 30 % de las emisiones acumuladas de CO₂ desde 1850, casi lo mismo que el conjunto de otras 166 grandes empresas de carbono (27 %).
La responsabilidad detrás del calor
Cada empresa puede ser responsable de entre 16 y 53 olas de calor, y la participación de TotalEnergies en esta cifra, incluso a escala de una sola empresa nacional, es significativa, contribuyendo directamente al aumento de estos extremos climáticos, un fenómeno prácticamente imposible en un clima preindustrial.
En Francia, el verano de 2025 ilustra este rápido cambio: el clima actual, con un calentamiento global de +1.36 °C, hace que la probabilidad de experimentar un verano tan caluroso sea de 1 entre 6, en comparación con 1 entre 15 hace 10 años y 1 entre 196 hace 33 años en la Cumbre de la Tierra de Río.
En poco más de una generación, la probabilidad de experimentar un verano extremo se ha multiplicado por más de 30. Según Christophe Cassou, director de investigación del CNRS en el Laboratoire de Météorologie Dynamique de la ENS de París y autor principal de los informes 6.º y 7.º del IPCC, el verano de 2025 ni siquiera tiene un período de retorno decenal: esta situación se está volviendo habitual, mientras que sus impactos son devastadores, bosques quemados, incendios y enormes pérdidas económicas.
Una verdad que se conoce desde hace décadas
Desde las décadas de 1970 y 1980, estas empresas sabían que sus actividades calentarían el planeta. En lugar de adoptar energías renovables, engañaron a la opinión pública y presionaron a los gobiernos para que mantuvieran su dependencia de los combustibles fósiles. No es de extrañar, pues: el planeta ya se ha calentado 1.3 °C.
Esta investigación pionera demuestra que los grandes emisores industriales contribuyeron directamente a que cada una de estas olas de calor fuera más probable e intensa, y que esta tendencia se ha agravado con el tiempo.- Enfatiza, Yann Quilcaille, autor principal del estudio.
La ciencia de la atribución permite ahora establecer esta responsabilidad con evidencia sólida, allanando el camino para la adopción de medidas legales y políticas.
Por la justicia climática y la acción
La Corte Internacional de Justicia dictaminó en julio de 2025 que las acciones que exacerban el cambio climático son ilegales. Por extensión, las empresas contaminantes pueden ser consideradas responsables, como lo demuestra el caso Luciano Lliuya contra RWE.
A modo de recordatorio, Luciano Lliuya, un agricultor peruano, demandó al gigante energético alemán RWE, acusándolo de contribuir al derretimiento de los glaciares, amenazando su ciudad con inundaciones. Aunque la demanda fue desestimada por motivos probatorios, el tribunal reconoció que las empresas contaminantes pueden ser consideradas responsables del daño climático.
Más allá de las olas de calor, los investigadores están centrando su atención en otros fenómenos extremos: lluvias torrenciales, sequías e inundaciones. Su principal objetivo es reforzar el principio de que quien contamina paga, limitar las emisiones y animar a gobiernos y empresas a invertir en soluciones sostenibles para proteger el planeta y a sus habitantes.
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