Reforestación en República Dominicana

Reforestación en República Dominicana

Carlos Rodríguez, campesino de 53 años, lleva décadas cuidando la finca de don Franklin en La Pelada, República Dominicana. Para él, cada árbol sembrado es un símbolo de resistencia frente a un pasado de tala indiscriminada y quema de bosques. Mientras observa la colina cubierta de cedros, pinos criollos y cipreses, contrasta inevitablemente con la finca vecina de El Negro: árida, sin vegetación y víctima del abandono ambiental. La diferencia entre ambas tierras refleja el poder transformador de la reforestación como respuesta a la degradación ambiental que ha marcado la historia del país caribeño.

Un territorio golpeado por la deforestación y el cambio climático

Durante siglos, la República Dominicana vivió bajo el modelo del “tumba y quema”, donde bosques enteros eran arrasados para dar paso a la agricultura o la ganadería. El crecimiento poblacional y un turismo poco planificado terminaron por acelerar la pérdida de biodiversidad. En 2015, casi la mitad de las tierras del país estaban degradadas, lo que obligó a miles de familias a migrar nuevamente, esta vez fuera de la isla.

La falta de cobertura forestal ha tenido un impacto directo en los ciclos hídricos. El río Yaque del Norte, el más extenso de República Dominicana, hoy enfrenta una variabilidad crítica de caudal: entre lluvias y sequías pierde hasta un 80% de su agua, cuando en condiciones saludables esta cifra no debería superar el 20%. Sin bosques que retengan la lluvia, el agua se escurre rápidamente, intensificando sequías y aumentando el riesgo de inundaciones.

Plan Yaque: restaurar la cuenca para recuperar la vida

En 2009 nació el Plan Yaque, una iniciativa que reúne a más de 30 organizaciones públicas y civiles para restaurar la cuenca del río y promover la reforestación en fincas privadas. El proyecto convenció a terratenientes como don Franklin de sembrar miles de árboles, mostrando que cuidar la naturaleza es también asegurar agua, productividad agrícola y estabilidad a largo plazo.

El esfuerzo ha rendido frutos. Para 2019, República Dominicana logró restaurar un 18% de sus tierras degradadas, el segundo mayor avance en América Latina. El regreso de aves, insectos y reptiles a estas zonas es una prueba viviente de que la naturaleza responde cuando se le da espacio para sanar.

Andrea Meza, de la CNULD, lo resume con claridad: “Lo más costoefectivo es tener un medioambiente sano y hacer de la naturaleza un aliado”. La experiencia dominicana demuestra que la recuperación ambiental no es enemiga del desarrollo económico, sino su base más sólida

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