La COP30 terminó hace dos semanas, pero el debate apenas empieza. La conferencia debía marcar el camino hacia un futuro sostenible. Sin embargo, la realidad fue otra. La presencia masiva de lobistas de combustibles fósiles y agroindustria dominó la agenda climática. Y la pregunta que nos deja esto siempre es: ¿debería de haber entrada a personas relacionadas con estas industrias si no vienen con el fin de acordar mejorar sus prácticas o hacer ya la trancisión a energías limpias?
Más de 1,500 lobistas fósiles y 300 del agronegocio asistieron a la cumbre en Belém do Pará. Su influencia se sintió en cada pasillo. Su peso también apareció en los textos finales. Los acuerdos evitaron mencionar petróleo, gas y carbón. Esa omisión no fue un error, fue una decisión política.
Desde una perspectiva de justicia ambiental, esto resulta alarmante. Las comunidades más afectadas por la crisis climática no tuvieron el mismo acceso ni voz. En cambio, las industrias responsables de la mayor parte de las emisiones ocuparon un lugar central.
El momento que expuso la fractura
La plenaria final dejó dos imágenes imborrables. Una fue el incendio real que obligó a suspender negociaciones. La otra, más grave, fue política y simbólica.
Cuando la negociadora colombiana Daniela Durán tomó la palabra, ya se habían aprobado los textos con el mazo. América Latina casi no había intervenido. Durán recordó que el 75 % de las emisiones globales provienen de los combustibles fósiles. Señaló que sin una transición justa no hay mitigación real. También afirmó que negar la ciencia pone en riesgo la existencia misma.
Colombia objetó formalmente el consenso. Fue un hecho sin precedentes recientes en estas cumbres. Panamá y Uruguay también mostraron su enojo. Promesas de transparencia se rompieron en minutos. La aparente unidad del multilateralismo se resquebrajó.
Geopolítica por encima del clima
El llamado Grupo Árabe bloqueó cualquier mención directa a los combustibles fósiles. Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Catar presionaron desde dentro. A ellos se sumaron Rusia e India con un discurso de apoyo al texto vacío.
Brasil, como país anfitrión y miembro de los BRICS, eligió un camino ambiguo. Mientras hablaba de liderazgo climático, permitió nuevas perforaciones cerca de la Amazonía. Esa contradicción dañó su credibilidad regional.
El resultado fue un documento sin ambición. Un texto que ignora el corazón del problema. Así, la meta de limitar el calentamiento a 1.5 °C se aleja todavía más.
La agroindustria avanza en silencio
Mientras la atención se centraba en el petróleo, la agroindustria tejía su propia influencia. Empresas ligadas a fertilizantes, pesticidas, biocombustibles y ganadería ocuparon espacios estratégicos. Incluso formaron parte de delegaciones oficiales.
El texto sobre agricultura incluyó la promoción de mercados de carbono en suelos rurales. Estas ideas fueron impulsadas por países y corporaciones interesadas. Sin embargo, existen acusaciones de greenwashing, como el caso de Tyson Foods en Estados Unidos.
La ganadería y la agricultura industrial causan deforestación, pérdida de biodiversidad y emisiones de metano. También afectan territorios clave, como los páramos colombianos, donde las vacas compactan suelos y alteran la regulación del agua. Aun así, se intentó presentarlas como parte de la solución.
Comunidades excluidas, mercados fortalecidos
Movimientos como La Vía Campesina denunciaron la captura corporativa de la COP30. Señalaron que las negociaciones se vacían cuando los gobiernos dependen del sector privado. Esa dependencia también debilita a campesinos, pueblos indígenas y comunidades rurales.
Estas poblaciones protegen ecosistemas esenciales. Sin embargo, quedaron fuera de las decisiones centrales. La justicia climática exige escuchar a quienes defienden la vida del territorio, no a quienes lucran con su destrucción.
Una advertencia que no podemos ignorar
El secretario de la Convención afirmó que la cooperación climática sigue viva. Aun así, los hechos muestran una brecha enorme entre la urgencia científica y la voluntad política.
La COP30 dejó una lección clara. Si las cumbres continúan abiertas al lobby de industrias contaminantes, no habrá futuro sostenible. Tampoco habrá justicia social. Afuera, bajo la lluvia amazónica, la naturaleza recordó con fuerza que el tiempo se agota.
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