Un equipo de científicos del Centro de Investigación Ames de la NASA publicó un estudio en la revista Nature con una conclusión directa. La luz reflejada por los satélites de Starlink contamina las imágenes capturadas por los telescopios espaciales más importantes. Aunque no es la única empresa en este modelo, sí es la más influyente. Por lo tanto, su impacto resulta decisivo.
Durante años, la preocupación se centró en los observatorios terrestres. Sin embargo, el nuevo estudio va más allá. Si se completan los lanzamientos registrados, la contaminación también afectará a los telescopios que operan en la órbita baja de la Tierra. En 2019 había alrededor de 2.000 satélites. Hoy la cifra ronda los 15.000. Para 2030, las estimaciones apuntan a 560.000 unidades.
Un 96% de imágenes afectadas
La investigación fue liderada por el astrofísico español Alejandro Borlaff. El equipo simuló el impacto de la megaconstelación en cuatro telescopios espaciales clave. Los resultados encendieron las alarmas en la comunidad científica.
Misiones como el Telescopio SPHEREx de la NASA, el futuro Telescopio ARRAKIHS de la Agencia Espacial Europea y el Telescopio Xuntian de China podrían ver contaminadas hasta el 96% de sus imágenes desde 2030. A su vez, el histórico Telescopio Espacial Hubble también sufrió proyecciones preocupantes. Entre el 33% y el 40% de sus imágenes resultarían afectadas.
Además, Borlaff advirtió un riesgo adicional. La saturación de satélites dificultará la detección de objetos en movimiento. “Un asteroide trazando una estela en el cielo se ve igual que un satélite. Es muy difícil diferenciarlos”, explicó. Esta situación complica la identificación temprana de posibles amenazas para la Tierra.
El tamaño sí importa
No solo preocupa el número de satélites. También inquieta su tamaño. Borlaff señaló que los dispositivos con una superficie de 100 metros cuadrados ya brillan como la estrella más luminosa visible desde la Tierra. El problema se agrava porque existen proyectos para lanzar satélites hasta 30 veces más grandes. El objetivo es responder a la creciente demanda asociada a la inteligencia artificial.
En consecuencia, la interferencia lumínica no hará más que aumentar. Afectará la observación del cielo profundo y la investigación de fenómenos clave del universo. También alterará la experiencia visual del cielo nocturno desde la Tierra.
Llamado urgente a la mitigación
Como medida inmediata, Borlaff considera necesario que Starlink y otras empresas compartan información precisa sobre la localización y orientación de sus satélites. Así, los equipos científicos podrían ajustar la operación de sus telescopios. Sin embargo, esta cooperación parece difícil. El secretismo industrial, los usos militares y la competencia global complican la transparencia.
Mientras tanto, la NASA lanzó una advertencia adicional. En la próxima década, el número de satélites se multiplicará por 38. Esta proyección generó polémica en redes sociales, especialmente en España. Varios científicos también expresaron su preocupación. Alejandro Sánchez, del Instituto de Astrofísica de Andalucía, afirmó que esta situación “nos deja ciegos”. Además, recordó que ya existió un asteroide con cierto riesgo de impacto. Si no se observa a tiempo, las consecuencias podrían ser graves.
Finalmente, el problema va más allá de la ciencia. La acumulación de satélites visibles a simple vista también afectará al medio ambiente y al cielo nocturno. Así, la expansión descontrolada de la infraestructura espacial plantea un desafío global que exige respuestas urgentes y coordinadas.
Te puede interesar: Monte Rainier pierde altura por cambio climático














