Cada 24 de octubre, el Día Internacional contra el Cambio Climático recuerda la urgencia de enfrentar los efectos del calentamiento global. Las consecuencias ya se sienten: glaciares en retroceso, especies que migran y ciudades más vulnerables ante lluvias extremas.
Los científicos alertan que el aumento sostenido de las temperaturas altera la fauna, acelera el derretimiento glaciar y multiplica las enfermedades transmitidas por mosquitos. Estos fenómenos prueban la capacidad de adaptación humana y exigen respuestas coordinadas.
En octubre de 2025, Islandia registró su primer mosquito. El Instituto de Historia Natural del país confirmó la llegada del Culiseta annulata a Kjós, un hecho inédito. El biólogo Gísli Már Gíslason explicó que los inviernos más cálidos y el transporte internacional permitieron que el insecto sobreviva como adulto en refugios y sótanos.
La temperatura media en Islandia subió 1.1 °C en dos décadas, y con ello aumentó la posibilidad de que nuevas especies se establezcan. Este cambio climático no solo modifica ecosistemas, también amplía el riesgo de enfermedades vectoriales, como el dengue.
Un estudio publicado en PNAS proyectó que los casos de dengue podrían aumentar hasta 76% para 2050 en América y Asia. La investigadora Marissa Childs, de la Universidad de Washington, advirtió que “incluso pequeños cambios de temperatura tienen un gran impacto en la transmisión del virus”.
Las zonas templadas, donde viven más de 260 millones de personas, podrían ver duplicados los brotes, mientras regiones como California, Texas o algunos países europeos ya reportan presencia del mosquito Aedes aegypti.
La ONU declaró 2025 como el Año Internacional de la Conservación de los Glaciares, ante la pérdida acelerada de estas reservas naturales. En 2024, la temperatura global aumentó 1.55 °C respecto a niveles preindustriales, registrando la mayor pérdida de masa glaciar en cinco décadas.
El Glaciar Perito Moreno retrocedió 800 metros entre 2020 y 2024, según un estudio del CONICET. El glaciólogo Lucas Ruiz explicó que las variaciones de temperatura y precipitación están alterando gravemente el equilibrio hídrico regional.
La reducción de hielo amenaza el suministro de agua dulce, la agricultura y la generación hidroeléctrica. Millones de personas dependen de estos recursos, por lo que protegerlos resulta vital para la seguridad ambiental y alimentaria.
El informe Overlapping Hardships de la Universidad de Oxford estimó que 800 millones de personas en pobreza multidimensional enfrentan riesgos directos por el cambio climático. Su exposición a calor extremo, sequías e inundaciones agrava las desigualdades.
La directora Sabina Alkire señaló que la crisis climática y la pobreza “convergen en un punto crítico que impide mejorar las condiciones de vida”.
Además, la OMS reportó que la contaminación del aire causa 4.7 millones de muertes prematuras cada año. Un estudio en Science Advances demostró que aplicar políticas de emisión cero podría salvar 207 mil vidas para 2030.
El investigador Enrique Puliafito, del CONICET, subrayó que el desafío consiste en “encontrar trayectorias que reduzcan muertes y cumplan los objetivos de descarbonización”.
Las lluvias extremas se intensifican. En semanas recientes, Veracruz, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí e Hidalgo enfrentaron severas inundaciones que dejaron víctimas y daños materiales. Según ONU-Habitat, estos eventos revelan cómo la estructura urbana amplifica los efectos del clima.
El organismo explicó que las islas de calor, la contaminación y la alta densidad urbana modifican el patrón de lluvias, convirtiendo a las ciudades en “islas húmedas”. En las últimas dos décadas, la precipitación urbana aumentó hasta 62 milímetros por año en algunas zonas.
Tres factores explican este fenómeno:
Calor urbano: el concreto y la falta de árboles elevan la temperatura y favorecen nubes y lluvias.
Aerosoles contaminantes: actúan como semillas de gotas, intensificando las tormentas.
Estructura urbana: edificios y calles compactas ralentizan el viento y prolongan los eventos pluviales.
ONU-Habitat advierte que este patrón se repite en ciudades tropicales, templadas y costeras de todo el mundo.
Aún hay tiempo para actuar. El organismo propone rediseñar los sistemas de drenaje, crear más espacios verdes, incorporar la urbanización en modelos climáticos y fortalecer las alertas tempranas.
“Estamos preparados para apoyar los esfuerzos nacionales y locales en la recuperación y la construcción de resiliencia”, afirmó Fernanda Lonardoni, representante de ONU-Habitat para México, Cuba y Centroamérica.
El cambio climático es una amenaza global, pero sus consecuencias se sienten de forma local. En las ciudades, donde se concentra la población y la actividad económica, la respuesta debe ser inmediata: rediseñar, reducir y resistir. Solo así será posible un futuro sostenible.
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