Ser testigo de los múltiples desastres naturales en el mundo -desde incendios forestales hasta inundaciones pasando por huracanes- no es tarea fácil. Por supuesto que no es tan malo como vivirlos en persona, pero el estar constantemente expuestos a los desastres naturales que aquejan al planeta puede tener consecuencias muy negativas para nuestra salud mental. A esto se le refiere cómo ecoansiedad.
¿Qué es la ecoansiedad?
La Asociación Estadounidense de Psicología (APA) describe la ecoansiedad como «el miedo crónico al cataclismo ambiental que surge de la observación del impacto aparentemente irrevocable del cambio climático y la preocupación asociada por el futuro propio y el de las próximas generaciones». De esta manera, la APA considera que la internalización de los grandes problemas medioambientales que afectan a nuestro planeta puede tener consecuencias psicológicas de distintas gravedades en algunas personas.
A pesar de que sea un trastorno relativamente nuevo, se estima que a medida que crezcan los problemas relacionados con el clima, también lo hará el número de personas que experimentan ansiedad ecológica.
En un testimonio publicado en el New York Times, el escritor Ron Currie relata cómo comenzó a hacer una costumbre el recoger basura en la playa todos los días después de correr. Explica que a pesar de no tener los medios para contrarrestar de la misma manera los efectos del capitalismo en el daño al medio ambiente, obtiene una satisfacción básica y primaria simplemente haciendo algo, sin importar lo insignificante que sea. Esta actividad se ha vuelto tan popular que ya tiene un nombre oficial: plogging y se refiere al acto de recoger basura mientras se sale a correr de manera recreativa. Se estima que más de 20,000 personas practican esta actividad actualmente.
Lo que podemos hacer
De manera que, a pesar de que los efectos de las industrias contaminantes en el cambio climático sean considerables, también es cierto que nuestro efecto, aunque pequeño, puede ser también significativo. La parte más importante de esto es que puede crear un “efecto dominó” en el sentido positivo, en el que podemos inspirar a las personas alrededor de nosotros a actuar en favor de la conservación ambiental a partir de acciones que están dentro de nuestro control.
Algunas de las acciones que se pueden empezar a hacer con facilidad son las siguientes:
Adoptar el consumo responsable de recursos y la reducción de plásticos de un solo uso. Al mismo tiempo el reusar envases y materiales (al mismo tiempo que intentar reciclarlos) también es una opción accesible. En esta alternativa también podemos incluir todos los envases reusables como vasos, contenedores y popotes, que eliminan una buena parte de residuos innecesarios.
Practicar actividades sostenibles como empezar un pequeño jardín o huerto urbano (si tenemos el espacio) y practicar el plogging.
Intentar evitar actividades contaminantes como tirar basura en la calle, dejar la llave del agua abierta.
La ecoansiedad (igual que la ansiedad) tiene mucho que ver con perder el sentido de control, el ver la vida y las circunstancias yéndose en un espiral negativo en el que nada de lo que podamos hacer puede evitar su desenlace. La realidad es que, a pesar de que la situación que vivimos es dura, la concientización del daño ambiental y, principalmente, la noción de que lo que hacemos puede generar un cambio, es sumamente importante. Son medidas como esta las que logran cambiar grandes políticas públicas y terminan por sustituir a las grandes medidas contaminantes.
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