El año pasado, las concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero que capturan el calor en la atmósfera batieron, una vez más, todos los registros, y no se vislumbra el fin de esta tendencia al alza, según un nuevo informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
En 2022, las concentraciones medias mundiales de dióxido de carbono (CO2), el gas de efecto invernadero más abundante, superaron por primera vez en más del 50 % los niveles de la era preindustrial. Y en 2023 siguieron aumentando.
La tasa de incremento de la concentración de CO2 fue ligeramente inferior a la del año anterior y a la media del decenio, según datos publicados en el Boletín de la OMM sobre los Gases de Efecto Invernadero. No obstante, ese hecho se debe, probablemente, a variaciones naturales a corto plazo del ciclo del carbono y que las nuevas emisiones fruto de la actividad industrial no dejan de aumentar.
En cuanto al metano (CH4), sus concentraciones también se incrementaron, y por lo que respecta al óxido nitroso (N2O), el tercer gas por orden de abundancia, sus niveles experimentaron entre 2021 y 2022 el mayor aumento interanual jamás registrado, y sirve para fundamentar las negociaciones que tienen lugar en Dubái con motivo del 28º período de sesiones de la Conferencia de las Partes (CP 28) en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).
«A pesar de decenios de advertencias de la comunidad científica, miles de páginas de informes y docenas de conferencias sobre el clima, seguimos yendo en la dirección equivocada», declaró el Secretario General de la OMM, profesor Petteri Taalas.
«Con las actuales concentraciones de gases de efecto invernadero, nos adentramos en una senda de aumento de las temperaturas que nos llevará a alcanzar a finales de este siglo valores muy superiores a los marcados como objetivos en el Acuerdo de París. Esto supondrá más fenómenos meteorológicos extremos, como episodios de calor intenso y precipitaciones fuertes, fusión de las masas de hielo, subida del nivel del mar, aumento del contenido calorífico de los océanos y acidificación de sus aguas. Y con ellos, los costos socioeconómicos y medioambientales se dispararán. Debemos reducir urgentemente el consumo de combustibles fósiles», afirmó el profesor Taalas.
Algo menos de la mitad de las emisiones de CO2 permanece en la atmósfera. El océano solo absorbe un poco más de la cuarta parte de esas emisiones, y los ecosistemas terrestres, como los bosques, algo menos del 30 %, aunque existe una considerable variabilidad interanual.
Mientras continúen las emisiones, el CO2 seguirá acumulándose en la atmósfera, con el consiguiente aumento de las temperaturas a escala mundial. El CO2 es un gas caracterizado por su larga vida y, por tanto, el nivel de temperatura observado actualmente persistirá durante decenios aunque las emisiones se reduzcan rápidamente hasta alcanzar el cero neto.
La última vez que se registró en la Tierra una concentración de CO2 comparable fue hace entre 3 y 5 millones de años. Entonces, la temperatura era de 2 a 3 °C más cálida y el nivel del mar entre 10 y 20 metros superior al actual.
«No existe una varita mágica para eliminar el exceso de CO2 de la atmósfera. Pero disponemos de las herramientas que, mediante la nueva Vigilancia Mundial de los Gases de Efecto Invernadero de la OMM, nos permitirán comprender mejor los factores que impulsan el cambio climático. Gracias a esta iniciativa, las observaciones y el monitoreo permanentes mejorarán en gran medida y ello contribuirá a conseguir objetivos climáticos más ambiciosos», explicó el profesor Taalas.
Vigilancia Mundial de los Gases de Efecto Invernadero
La OMM dedica su portada a la Vigilancia Mundial de los Gases de Efecto Invernadero. Esta ambiciosa iniciativa, aprobada en mayo por el Congreso Meteorológico Mundial, prevé un monitoreo permanente de los gases de efecto invernadero para poder contabilizar tanto las actividades humanas conexas como las fuentes y los sumideros naturales. Proporcionará información y apoyo vitales para alcanzar el objetivo del Acuerdo de París de mantener el calentamiento global muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales y tratar de limitar el aumento de la temperatura a 1,5 °C con respecto a esos niveles.
Aunque la comunidad científica comprende ampliamente el cambio climático y sus implicaciones, todavía existen algunas incertidumbres en cuanto al ciclo del carbono y los flujos en el océano, la biosfera terrestre y las zonas de permafrost.
«Estas incertidumbres, sin embargo, no deben ser un freno a la acción. Bien al contrario, ponen de relieve la necesidad de adoptar estrategias flexibles y adaptables y la importancia de la gestión de los riesgos en el camino hacia el cero neto y la consecución de los objetivos del Acuerdo de París.
El suministro de datos exactos, oportunos y prácticos sobre los flujos de gases de efecto invernadero es cada vez más decisivo», afirma la OMM sobre los Gases de Efecto Invernadero.
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