La Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos tuvo lugar en Niza del 9 al 13 de junio y, por lo visto, ha surgido como una importante esperanza en medio de todas las conferencias ambientales que dejan mucho qué desear. Aparentemente, esta edición brilló por la cantidad de compromisos que se lograron establecer.
Hubo más países ratificando un tratado clave para proteger la vida marina y mayores avances en la reducción de los plásticos y la pesca ilegal en nuestros mares. Casi 200 países se reunieron en Niza, Francia, para debatir cómo abordar los problemas más urgentes que enfrentan los océanos.
Con más de 450 eventos paralelos y casi 100,000 visitantes, la reunión, denominada UNOC3, aprovechó el impulso de las cumbres oceánicas anteriores de Nueva York (2017) y Lisboa (2022). Y culminó con un llamado común para ampliar la protección marina, frenar la contaminación, regular la alta mar y desbloquear la financiación para las naciones costeras e insulares vulnerables.
Los mares del mundo enfrentan amenazas en múltiples frentes, desde la contaminación por plásticos hasta el cambio climático. El objetivo principal era lograr que 60 países ratificaran el Tratado de Alta Mar para su entrada en vigor. El acuerdo se firmó hace dos años para proteger el 30 % del océano. Cincuenta países lo habían ratificado hasta el viernes, pero decenas más prometieron hacerlo para finales de año.
El resultado de la conferencia, conocido como el Plan de Acción para los Océanos de Niza, es un marco de dos partes que comprende una declaración política y más de 800 compromisos voluntarios de gobiernos, científicos, agencias de la ONU y la sociedad civil desde la conferencia anterior. Éstos abarcan desde la promoción por parte de la juventud hasta la alfabetización sobre los ecosistemas de aguas profundas, el desarrollo de capacidades en ciencia e innovación, y el compromiso de ratificar tratados intergubernamentales.
Los compromisos revelados esta semana son valiosos pero solo reflejan la magnitud de la crisis oceánica, una que desde hace mucho ya está sobrepasando nuestras capacidades de controlarla. La Comisión Europea anunció una inversión de 1,000 millones de euros para apoyar la conservación de los océanos, la ciencia y la pesca sostenible, mientras que la Polinesia Francesa se comprometió a crear la mayor área marina protegida del mundo, que abarcará toda su zona económica exclusiva (unos cinco millones de kilómetros cuadrados).
Por otro lado, Alemania lanzó un programa de 100 millones de euros para la retirada de municiones submarinas del mar Báltico y del mar del Norte. Al mismo tiempo, Nueva Zelanda destinó 52 millones de dólares para fortalecer la gobernanza oceánica en el Pacífico, y España anunció cinco nuevas áreas marinas protegidas. Una coalición de 37 países, liderada por Panamá y Canadá, lanzó la Coalición de Alta Ambición por un Océano Tranquilo para combatir la contaminación acústica submarina. Mientras tanto, Indonesia y el Banco Mundial introdujeron un «Bono Coral» para ayudar a financiar la conservación de los arrecifes en el país.
Los mares del mundo enfrentan amenazas en múltiples frentes, desde la contaminación por plásticos hasta el cambio climático. El objetivo principal era lograr que 60 países ratificaran el Tratado de Alta Mar para su entrada en vigor. El acuerdo se firmó hace dos años para proteger el 30 % del océano. Cincuenta países lo habían ratificado hasta el viernes, pero decenas más prometieron hacerlo para finales de año.
Este y otros avances en materia de plásticos y pesca ilegal parecen haber restablecido la confianza en la capacidad de los gobiernos para colaborar.
Antes de la conferencia, sólo 27 de los 60 Estados necesarios para su entrada en vigor lo habían ratificado. En tan solo unos días, esa cifra ascendió a 50, y una docena más acordó ratificarlo para finales de año. El Reino Unido afirmó que comenzaría el proceso antes de 2026. Cabe mencionar que esto es tiempo récord para un acuerdo de la ONU. Un ejemplo de ello fue la COP16 de biodiversidad el año pasado, en la que las discusiones fueron tan lentas que muchos delegados tuvieron que irse antes de que se pudieran llegar a muchos acuerdos concisos, por lo que la conferencia pudo haber sido mucho más productiva.
Al mismo tiempo, también hubo una serie de instituciones que hicieron compromisos importantes para defender el bienestar de los océanos. Un grupo de bancos de desarrollo, entre ellos el Banco Europeo de Inversiones y el Banco Asiático de Desarrollo, anunció su intención de invertir 3,000 millones de euros (3,500 millones de dólares) para finales de la década para ayudar a prevenir que la contaminación por plásticos llegue al mar.
El Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) anunció que invertirá 2,500 millones de dólares entre 2025 y 2030 en inversiones destinadas a proteger los océanos y apoyar actividades económicas marinas sostenibles.
El banco francés de desarrollo AFD y el Banco Mundial contribuyeron a movilizar 119 millones de euros en Guinea para mejorar las condiciones de vida de las comunidades costeras y rurales frente al cambio climático.
A pesar de que absolutamente todas las causas ambientales en crisis merecen éste tipo de efectividad y seriedad, es importante recordar que los océanos son uno de los ecosistemas en mayor estado de crisis en el mundo. Entre el alza de temperaturas, la plastificación, la acidificación, la sobrepesca y el blanqueamiento de los corales, los océanos demandan nuestra cooperación efectiva e inmediata. Nuestra supervivencia, literalmente, depende de ello. Nuestro compromiso como sociedad es presionar a las autoridades para que cumplan con sus compromisos y que le den la misma importancia y seriedad a todas las causas ambientales que lo necesitan.
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