Los negociadores de la cumbre climática de las Naciones Unidas de este año llegaron a un acuerdo el domingo por la mañana en Bakú, Azerbaiyán, para triplicar el flujo de dinero para ayudar a los países en desarrollo a adoptar energía más limpia y hacer frente a los efectos del cambio climático. Según el acuerdo, las naciones ricas se comprometieron a alcanzar los 300,000 millones de dólares por año en apoyo para 2035, frente a la meta actual de 100,000 millones de dólares.
Cabe mencionar que no fue hasta la cumbre climática del año pasado en Dubai, que las naciones reconocieron por primera vez el vínculo entre los combustibles fósiles y el calentamiento global, y acordaron “hacer una transición” hacia el abandono de los combustibles fósiles a mediados de siglo. Considerando que este consenso es tan reciente, las expectativas no eran las más altas.
¿Qué se dijo sobre el acuerdo?
Los expertos independientes han estimado las necesidades de los países en desarrollo en un nivel mucho más alto que el que se acodó. Esa es la cantidad que, según ellos, debe invertirse en las transiciones energéticas de los países de bajos ingresos, además de lo que esos países ya gastan, para mantener el aumento de la temperatura media del planeta por debajo de 1,5 grados centígrados. Más allá de ese umbral, dicen los científicos, la crisis climática global se volverá más peligrosa y más difícil de revertir.
El acuerdo pide a las empresas privadas y a los prestamistas internacionales como el Banco Mundial que cubran los cientos de miles de millones de dólares del déficit. Eso fue visto por algunos como una especie de cláusula de escape para los países ricos.
Un enorme número de representantes estuvieron indignados por esta suma, una que se muestra paupérrima ante el costo que la crisis climática ha generado. “Es una suma insignificante”, dijo Raina, representante de la India, “Lamento decir que no podemos aceptarla. Buscamos una ambición mucho mayor de los países desarrollados”. Calificó el acuerdo de “nada más que una ilusión óptica”.
Los oradores de todo tipo de países desarrollados, desde Bolivia hasta Nigeria y Fiji, se hicieron eco de estas declaraciones de Raina y atacaron furiosamente el documento. Y quizá fue suficiente para algo, pero siguió siendo muy poco.
Después de esta inconformidad, Los países ricos y pobres cerraron un acuerdo de un millón de millones (1 trillion en inglés) de dólares para la crisis climática en la madrugada del domingo, después de que las conversaciones maratónicas y días de numerosas recriminaciones terminaran en lo que los activistas calificaron de “traición”.
Según el objetivo, el mundo en desarrollo debería recibir al menos 1,3 millón de millones de dólares al año en fondos para ayudarlos a pasar a una economía baja en carbono y hacer frente a los impactos del clima extremo, para 2035.
Sin embargo, solo 300,000 millones de dólares de esa cantidad provendrán principalmente de la forma que más necesitan: subvenciones y préstamos a bajo interés del mundo desarrollado. El resto tendrá que provenir de inversores privados y una variedad de nuevas fuentes potenciales de dinero, como posibles impuestos a los combustibles fósiles y a los viajeros frecuentes, que aún deben acordarse.
Esto dificulta enormemente poder asegurarnos de que los actores cumplan con sus compromisos y mucho más que se pueda ejercer la presión social necesaria para mantenerlos al margen de cumplimiento.
¿Quiénes financian este acuerdo?
Según las reglas de la ONU escritas en 1992, ciertos países ricos, principalmente en Occidente, se consideran desarrollados, mientras que otras naciones, incluidas China y Arabia Saudita, se consideran en desarrollo. Los países del grupo en desarrollo están “invitados” a brindar ayuda financiera, pero no necesariamente se espera que lo hagan. Y mucho menos es una obligación legal, sino más bien una especie de “acuerdo de la buena voluntad”. Y ya sabemos cómo suelen terminar esos acuerdos.
Hoy en día, muchas naciones ricas dicen que esta distinción (entre países desarrollados y países pobres) ya no es vigente y que China, Arabia Saudita y otros deberían estar obligados a proporcionar una parte de la financiación climática. Los esfuerzos occidentales para trasladar a esos países a la categoría de desarrollados se encontraron con una feroz resistencia y finalmente no tuvieron éxito.
Los países en desarrollo también han acusado a las naciones occidentales de traicionar sus compromisos pasados al no alcanzar la meta anterior de 100 mil millones de dólares hasta años después de la fecha límite establecida en ese acuerdo. También acusaron a los países ricos de usar la política interna como excusa para contribuir menos. Si ni siquiera la cifra más baja fue cumplida correctamente, las expectativas para cumplir ésta no son muchas
Se espera que los países presenten promesas actualizadas de reducción de emisiones en los próximos meses, antes de la fecha límite de febrero. Todas las miradas están puestas en China y Estados Unidos, los dos principales emisores de gases de efecto invernadero del mundo, aunque por diferentes razones.
China es responsable del 30% de las emisiones globales y de casi todo el crecimiento de las emisiones del mundo en la última década. La promesa estadounidense indicará hasta qué punto la administración del presidente Biden cree que su legislación climática emblemática, la Ley de Reducción de la Inflación, puede soportar los retrocesos ambientales prometidos por Trump.
Y al final del día, parece que quedamos igual. Sin ninguna fuerza mayor que pueda obligar al puñado de hombres poderosos quiénes parece que son responsables por nuestro destino a actuar de manera distinta. Y a pesar de tantos esfuerzos y avances reales, parece que a quiénes más necesitamos siempre se quedan igual.
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