El bambú, además de ser económico, tiene una cualidad sorprendente: resiste los sismos. Su flexibilidad y ligereza lo convierten en una alternativa segura y sostenible para la construcción en zonas sísmicas.
En Manta, Ecuador, esta resistencia quedó demostrada tras el sismo de magnitud 7.8 que devastó la ciudad en 2016. Mientras edificios de concreto colapsaron, muchas viviendas de bambú en la provincia de Manabí permanecieron en pie. “Se mantuvieron firmes”, recordó Pablo Jácome Estrella, director regional para América Latina de la Organización Internacional del Bambú y Ratán (Inbar).
Arquitectura que se adapta a la tierra
El secreto del bambú está en su capacidad para doblarse sin romperse. “Los edificios deben moverse durante un terremoto, solo hay que controlar cuánto”, explicó Bhavna Sharma, investigadora de la Universidad del Sur de California.
Las estructuras de bambú son ligeras, absorben el movimiento sísmico y reducen el riesgo de colapso. En Manta, incluso la estación de bomberos, construida con este material, resistió el temblor.
Desde 2021, Inbar y la Agencia Española de Cooperación Internacional han construido cientos de viviendas de bambú en Manabí y capacitado a estudiantes en técnicas de tratamiento y ensamblaje. Una casa de dos habitaciones cuesta menos de 20 mil dólares y, además, reduce la huella ambiental.
De Colombia al mundo: un cambio de paradigma
El potencial sísmico del bambú se confirmó tras el terremoto de 1999 en Colombia. Las viviendas tradicionales tipo bahareque, hechas con bambú y barro, resistieron mejor que las de ladrillo. Ese evento impulsó la creación del primer código de construcción con bambú en 2002.
La investigación se expandió luego a Asia. En Filipinas, la fundación Base Bahay ha levantado más de 800 casas resistentes a tifones y temblores, combinando técnicas tradicionales con innovaciones modernas. “Es lo suficientemente liviana para un terremoto y lo bastante pesada para un ciclón”, señaló el ingeniero Liu Kewei, de Inbar.
Construir futuro con raíces sostenibles
Más allá de su resistencia, el bambú absorbe más carbono del que emite y crece con rapidez, lo que lo convierte en un recurso clave frente al cambio climático. Su uso promueve equidad económica y sostenibilidad social, según Sharma.
Sin embargo, su adopción global enfrenta retos. La estandarización es difícil debido a la variabilidad natural del material y a los prejuicios que lo asocian con la pobreza. Aun así, países como México, Perú e India ya desarrollan códigos de construcción con bambú.
Arquitectos como Yasmeen Lari, en Pakistán, han demostrado que puede salvar vidas en emergencias. Sus viviendas de bambú, de bajo costo, resistieron pruebas equivalentes a terremotos de gran magnitud.
El bambú no solo protege. También reconcilia la arquitectura con la naturaleza. “Cuando entras en una casa de bambú, sientes una conexión con el entorno”, dijo Liu. Una conexión que, quizá, también podría ayudarnos a construir un futuro más seguro y sostenible.
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