Una de las muestras más grandes de la ambición de la industria turística han sido los cruceros y cómo se han convertido en verdaderos hoteles flotantes. La gente suele elegir un crucero para sus vacaciones porque resume todas las ventajas de unas vacaciones en un solo paquete: actividades para niños y adultos, buffets y entretenimiento continuos, todo al mismo tiempo que se viaja a un destino exótico.
Un crucero moderno que pesa alrededor de 200,000 gigatoneladas y está diseñado para la navegación y actividades recreativas. Los cruceros siguen siendo una opción popular para las personas que buscan unas vacaciones cómodas y emocionantes a la vez. Solo en 2023 alrededor de 31,5 millones de personas abordaron un crucero. Esto también se debe a la acumulación de personas queriendo compensar el tiempo perdido durante la pandemia y apostando por vacaciones más extravagantes.
El problema con los cruceros es que no es sólo la energía y el combustible necesarios para impulsar el barco lo que crea un impacto ambiental, sino también las actividades de los pasajeros del crucero. Si los resorts todo incluido ya generan una cantidad enorme de desechos, un crucero genera una cantidad similar pero aunado a las emisiones generadas por el combustible que necesita para impulsarse.
Para el Icon of the Seas (hoy en día conocido como el crucero más grande del mundo), esta energía proviene del gas natural licuado (GNL). Está a cargo de la compañía Royal Caribbean, la cual se ha referido a éste como el “combustible marino con la combustión más limpia disponible». Sin embargo, los activistas ambientales dicen que el combustible tiene importantes impactos climáticos.
Uno de sus componentes es el metano, parte del cual se escapa antes de quemarse. Como gas de efecto invernadero, es aproximadamente 80 veces más potente que el CO2 en un lapso de 20 años, aunque se descompone en la atmósfera más rápido que el CO2. Uno de los primeros cruceros propulsados por GNL del Reino Unido, el Iona de P&O, emitió en 2022 tanto metano como 10,500 vacas en un año, según un análisis.
Y es que, de acuerdo a la información disponible, el tomar un crucero es peor que volar: un viaje promedio en crucero genera entre 300 y 450 libras de emisiones de dióxido de carbono por día.
Cuando tomamos un crucero es importante recordar todas las fuentes de emisiones que el viaje puede generar, que engloban todas estas actividades:
En todo el sector marítimo, las empresas están invirtiendo en metanol y amoníaco como combustibles marítimos del futuro. La empresa de contenedores Maersk, por ejemplo, depende del metanol para alcanzar su objetivo de cero emisiones netas para 2040.
Por otro lado, una investigación de la Universidad de Oxford muestra que el amoníaco verde, que no emite CO2 cuando se quema, podría reducir las emisiones del 60% del transporte marítimo mundial si se suministrara sólo en los 10 principales puertos regionales de combustible.
Pero muchos en la industria de los cruceros dicen que estos combustibles no son opciones viables ya que actualmente no están disponibles comercialmente ni se producen a escala. Por lo que una de las estrategias más convenientes podría ser pensar en construir cruceros más pequeños viendo hacia el futuro, para que así puedan ser más sustentables. Esto implicaría que los mismos clientes también reflexionaran sobre el impacto ambiental de los cruceros e intentar evitar aquellos de proporciones estratosféricas, como lo es el Icon of the Seas, por ejemplo
Asimismo la empresa noruega Hurtigruten está buscando alternativas para alimentar sus cruceros a través de baterías. Para 2030, su objetivo es zarpar un crucero propulsado por baterías de 60 MW y enormes velas solares retráctiles; potencialmente un barco sin emisiones, si las baterías se cargaran con energía renovable. Esto sería un avance enorme para el futuro de cómo usamos (y pensamos en) los cruceros). Sin embargo, es importante hacernos conscientes del impacto ambiental que generamos en nuestras vacaciones, y tomar esto en cuenta al elegir nuestros destinos y actividades.
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