Después de décadas marcadas por informes alarmantes sobre el deshielo en la Antártida, un nuevo descubrimiento ha sorprendido a la comunidad científica.
Un crecimiento inesperado de la masa de hielo ha sido registrado por satélites de la NASA, encendiendo una chispa de esperanza en medio de un panorama climático sombrío.
Pero ¿es realmente una buena noticia o solo una pausa temporal antes del colapso?
Entre 2021 y 2023, la Antártida ganó en promedio unas 119 mil millones de toneladas de hielo por año, según datos recogidos por las misiones satelitales GRACE y GRACE Follow-On.
Este hallazgo fue liderado por un grupo de investigadores de la Universidad Tongji de Shanghái, que rastreó el comportamiento de la masa de hielo en todo el continente utilizando la variación gravitacional para medir cambios.
La observación resulta aún más significativa si se considera el contexto: desde 2002 hasta 2020, la tendencia había sido un derretimiento constante. Este giro inesperado se atribuye a una anomalía climática que provocó un aumento inusual de precipitaciones, lo que a su vez derivó en fuertes nevadas. El efecto fue más visible en la Antártida Oriental, una región clave para el equilibrio del hielo global.
Tom Slater, especialista en ciencias del clima, comentó que esta recuperación parcial está relacionada con la capacidad de una atmósfera más cálida para retener más humedad, lo que incrementa las probabilidades de nevadas intensas.
Aun así, advierte que este fenómeno debe analizarse con cautela y no como una señal de recuperación definitiva.
Aunque la cifra de crecimiento de hielo pueda parecer alentadora, los expertos insisten en que no modifica la tendencia general: la Antártida sigue perdiendo masa en el largo plazo. Las anomalías climáticas que pueden generar nevadas excepcionales son, por definición, esporádicas.
No bastan para contrarrestar los efectos del aumento sostenido de temperaturas que continúa acelerando el derretimiento en otras áreas del continente.
El incremento en el nivel del mar y los cambios extremos en los patrones climáticos globales siguen siendo consecuencias palpables del deshielo antártico.
Por eso, si bien el fenómeno reciente ha llamado la atención y abre nuevas líneas de investigación, no debe interpretarse como una señal de que el cambio climático se está revirtiendo.
Más bien, los científicos lo consideran un recordatorio de que los efectos del calentamiento global no son lineales ni uniformes, y que la vigilancia constante sobre regiones como la Antártida es esencial.
Solo mediante la combinación de observación científica rigurosa y políticas ambientales activas se podrá enfrentar lo que sigue siendo uno de los mayores desafíos del siglo XXI.
Con información de Gizmodo
Foto: Unsplash-Dylan Shaw
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