¿Has comprado algún artículo en cuya bolsa o envoltura dice plástico biodegradable? Sin duda alguna la promesa de poder gozar de las comodidades del plástico sin hacer los daños al planeta que este material ocasiona es una propuesta muy ambiciosa.
El plástico biodegradable y compostable se está convirtiendo en una opción cada vez más frecuente en los anaqueles de las tiendas a medida que crece la demanda de productos “verdes”. Dado que cada minuto nuestros océanos reciben desechos plásticos equivalentes al tamaño de un camión de carga, parece lógico que la gente busque utilizar su poder adquisitivo de maneras que puedan dejar una huella más pequeña.
A medida que la producción de plásticos biodegradables aumente de 1,5 millones de toneladas métricas a casi 5,3 millones en los próximos años, es fundamental comprender exactamente cómo estos materiales ayudan (o perjudican) al medio ambiente.
A primera vista, el plástico biodegradable es un milagro. Parece plástico y funciona de manera muy parecida al plástico. Y puede reintegrarse a la naturaleza después de desecharlo.
Tanto los plásticos biodegradables como los compostables pueden descomponerse o “biodegradarse” (un proceso que ocurre cuando los microorganismos digieren los componentes básicos que componen el material).
Sin embargo existen diferencias importantes entre estos dos términos.
El plástico biodegradable se define por su capacidad de descomponerse completamente en sustancias que se encuentran en la naturaleza y en un plazo de tiempo razonable.
Esto suena bien en teoría, pero en la práctica no suele funcionar. Si bien el plástico compostable también se biodegrada, está diseñado y probado específicamente para ser procesado en instalaciones de compostaje industriales o domésticas.
Las instalaciones de composición permiten que condiciones específicas, como la temperatura y la humedad, conviertan el plástico en un acondicionador de suelo utilizable.
El plástico biodegradable y compostable por sí solo no resolverá la crisis de contaminación plástica que enfrentamos en la actualidad.
Por otro lado, existen muchas prácticas que es necesario accionar para reducir y reutilizar el plástico y pasar a una economía circular.
Ni siquiera podemos confiar en la suposición de que estos materiales no causarán daño ambiental si terminan como basura.
Antes de pensar en reducir el plástico biodegradable o compostable por el plástico común, deberíamos de pensar en cómo eliminar los plásticos de nuestro consumo en la mayor parte posible.
Todo el plástico -incluidos los biodegradables y compostables- debe recolectarse y combinarse con los sistemas de recuperación adecuados, para que el material permanezca en el circuito y fuera de la naturaleza. Esto también significa que no puede cumplir su «propósito ecológico» a menos de que cuente con el tratamiento adecuado.
Sin embargo, para aplicaciones específicas, el plástico compostable y biodegradable puede desempeñar un papel útil en la reducción de residuos.
Los contenedores compostables para llevar son un gran ejemplo, ya que pueden convertir en abono los residuos de comida restantes junto con el propio contenedor.
Además, el plástico biodegradable y compostable suele fabricarse a partir de fuentes biológicas (como algas, remolacha azucarera u otras plantas) en lugar de combustibles fósiles.
En este caso, y si se obtienen de forma responsable, estos materiales pueden ofrecer beneficios medioambientales. Nuevamente, la clave aquí es que realmente puedan volver a integrarse con la naturaleza de la manera adecuada y sin causar disrupciones en ella.
Si estos materiales no se manejan adecuadamente una vez que se convierten en desechos, es probable que no se descompongan como se esperaba.
Lamentablemente, debido a la falta de información que existe alrededor de su proceso de descomposición y los materiales de los que están hechos, es probable que este sea el caso en múltiples ocasiones.
El plástico compostable debe recuperarse en abono doméstico o comercial, dependiendo de para qué esté diseñado. El plástico biodegradable no tiene condiciones definidas para descomponerse de la misma manera que lo hace el plástico compostable, y esto crea un problema.
El plástico biodegradable se prueba para garantizar que se descomponga en condiciones controladas en un laboratorio, incluidos factores como niveles de oxígeno, exposición a los rayos UV, temperaturas y otros.
Pero la naturaleza no tiene condiciones controladas, por lo que nunca se puede estar seguro de que el plástico biodegradable realmente se biodegradará en el mundo natural si se tira a la basura.
Y cuando estos materiales no se descomponen, tienen las mismas consecuencias que sus homólogos no biodegradables: contaminan los ecosistemas y hábitats de los que dependen tanto la naturaleza como las personas y contribuyen a la creciente crisis de contaminación plástica.
Ante esta disyuntiva, existen dos alternativas que nos pueden ayudar a enfrentar la confusión que puede presentarse desde el punto de vista del consumidor.
La primera y más importante es reducir al máximo el consumo de plásticos en general, y principalmente los plásticos de un solo uso. Encontrar alternativas para ellos puede ser de gran ayuda.
Por otro lado, también podemos informarnos sobre los prototipos científicos que en verdad crean materiales 100% biodegradables, los plásticos que realmente se reintegran a la naturaleza.
Hoy en día existen varios en producción que pronto estarán en el mercado, y al conocer sus componentes podemos buscarlos con mayor facilidad.
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