El peligro ambiental del consumismo

El fast fashion es una innovación en la gestión de la cadena de suministro que permite a los minoristas de moda aumentar la producción de ropa. Los diseños de ropa pueden trasladarse rápidamente de la pasarela a las tiendas, lo que permite a los consumidores comprar ropa de moda a un precio accesible. Esta forma de moda se comercializa en gran medida a través del crecimiento de las redes sociales y la publicidad en sitios web.

Los líderes dentro de este mercado incluyen a Zara, Topshop y H&M; éste último recaudando unos ingresos inigualables de 25 mil millones de dólares, seguido por la empresa matriz de Zara, Inditex Group, que obtiene unos ingresos anuales de 18 mil millones de dólares. Ambas empresas han dominado la industria del fast fashion durante varios años mediante la utilización de material ligero y barato dentro del proceso de fabricación, lo que permite un producto final asequible con un margen de beneficio significativo.

Estos modelos de negocio funcionan increíblemente bien, ya que la introducción constante de nuevos productos anima a los clientes a visitar con frecuencia una marca e inevitablemente a realizar más compras. El aumento de las compras se basa en la exclusividad: la idea de que los artículos pueden no estar disponibles durante mucho tiempo. Sin embargo, esta mentalidad ha creado una actitud de “usar y tirar”, que se suma a la crisis ambiental actual

Mayores cantidades de ropa cada vez más frágil

Es posible que hayamos notado que la ropa hoy en día está hecha cada vez más (en cantidad masiva y proporción individual del porcentaje de tela en cada prenda) de materiales más baratos y a su vez poco duraderos. El poliéster es uno de los materiales más comunes. Ésta es una fibra sintética fabricada a partir del plástico y generalmente se deriva del petróleo.

Hoy en día es mucho más común ver prendas hechas en su totalidad o mayoría de poliéster y spandex, y es mucho menos común ver fibras naturales como algodón o lino. Esto permite reducir costos y aumentar la producción. Sin embargo, no siempre ha sido así. Es común ver prendas antiguas que han durado muchos años ya la vez prendas que después de una o dos lavadas que ya no están en buenas condiciones. Y esto nos hace preguntarnos qué fue lo que cambió. La respuesta está en el capitalismo

En el capitalismo, no basta con seguir siendo rentable. Existe una cualidad inherente a la naturaleza competitiva del capitalismo que exige que las empresas sean cada vez más rentables. Esto se debe a algo que Marx llamó “la tasa decreciente de ganancia”, es decir,  la tendencia  que tiene la tasa de ganancia a caer.

La tasa decreciente de ganancia es una teoría marxista que sugiere que a medida que el capitalismo progresa, las empresas se ven incentivadas a reemplazar el trabajo humano por máquinas. Las máquinas o la tecnología son una de las formas de lo que llamamos capital. Y así, en la última etapa del capitalismo, estamos pasando de la producción intensiva en mano de obra a la producción intensiva en capital.

Para los marxistas, otra forma de decir tasa de ganancia es decir tasa de explotación. En el capitalismo, son los trabajadores los que proporcionan la plusvalía de la que se beneficia la clase capitalista, pero cuando aumentamos el gasto en capital y no en mano de obra, la tasa de ganancia, es decir, la tasa de explotación, disminuye. 

Según Marx, si nuestra sociedad estuviera organizada democráticamente (es decir, a través del socialismo), los avances tecnológicos que reemplazan los empleos serían algo bueno porque la gente ya no tendría que hacer las tareas arduas, aburridas o difíciles en cosas como la cadena de ensamblaje.

Pero para el capitalismo esto crea una enorme crisis porque cuanto más se automatiza, menos se puede explotar. Entonces, hay algunas formas en que los capitalistas pueden recuperar la tasa de ganancia: pueden intensificar la tasa de explotación, reducir los salarios o podrían disminuir sus costos de insumos de capital constante (es decir, disminuir el costo del capital al disminuir el costo de los materiales).

El capitalismo hace que los bienes de consumo se vuelvan de mala calidad, porque quienes están a cargo de qué bienes se producen (y de qué manera) es la clase capitalista, y sus intereses no están en producir buenos productos o aumentar la calidad de vida de la clase trabajadora. Al contrario. Sus intereses son necesariamente aumentar su tasa de ganancia. Y eso ni siquiera porque ellos mismos sean codiciosos, sino porque es la única manera de sobrevivir en lo que hoy en día es la industria comercial creada por el capitalismo.

De manera que la razón por la que hoy en día compramos enormes cantidades de ropa de mala calidad es porque la industria nos ha orillado a hacerlo. Nos ha orillado a sentir que lo necesitamos y a normalizar la mala calidad de la ropa como prendas que deberíamos aspirar a tener aún así.

 

El peligro ambiental del Fast Fashion y el consumismo

Cada año, decenas de miles de toneladas de ropa sin vender ni usar se envían al desierto de Atacama para que se degrade lentamente, liberando emisiones de metano. Si bien los desiertos pueden parecer desolados y vacíos, son ecosistemas que, como cualquier otro, albergan una amplia variedad de biodiversidad cuando están sanos. 

El desierto de Atacama, donde se vierten los desechos del fast fashion, ha sido calificado como un «punto crítico de biodiversidad». Una historia similar de vertidos destructivos se desarrolla en muchas otras partes del mundo.

Se estima que por los mercados de Kantamanto, en Accra (Ghana), circulan cada semana unas 15 millones de prendas. La mayoría de ellas pertenecen a marcas de Fast Fashion, que son desechadas o donadas a tiendas de segunda mano por personas de Occidente. Aquí, muchas de estas prendas son restauradas hábilmente por personas y empresas locales.

El problema del fast fashion es que debido a la naturaleza de su calidad (o falta de) está destinada a terminar en estos vertederos. Su tiempo de vida simplemente no da para mucho, además de que terminaremos sintiéndonos presionados a reemplazar nuestras prendas en poco tiempo (o no tendremos de otra). Es por eso que es una amenaza tan grande y persistente para el medio ambiente, y la razón por la que debemos intentar resistirla.

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Publicado por
Constanza García Gentil

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