Una ola de calor que azota gran parte de Europa mostró pocas señales de ceder la semana pasada cuando las temperaturas superaron los 37,8 grados Celsius en muchos lugares del sur. En Italia, se emitieron alertas de calor para 17 ciudades. Y en Francia, las temperaturas en algunas zonas del país podrían alcanzar los 42 grados Celsius.
Las temperaturas fueron tan altas que un reactor nuclear en el sur de Francia tuvo que apagarse el domingo por la noche, ya que descargar su agua caliente en un río ya sobrecalentado habría puesto en peligro a la fauna local. Incluso la cima de la Torre Eiffel tendrá que permanecer cerrada hasta la próxima semana debido al calor.
El intenso calor también ha afectado a países de los Balcanes occidentales, donde las temperaturas han superado los 40 °C. Serbia registró su temperatura más alta desde que comenzó a registrarse en el siglo XIX. En Eslovenia, el sábado se registró la temperatura más alta registrada en junio.
El calor se ha ido acumulando bajo una extensa zona de alta presión, con aire seco descendiendo y calentándose. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU, las olas de calor son cada vez más comunes debido al cambio climático provocado por la actividad humana. Todas las predicciones indican que calor extremo ocurrirá con mayor frecuencia, y se intensificará aún más, a medida que el planeta continúe calentándose. Lo cual parece difícil de creer cuando observamos estas temperaturas y vemos lo extremadamente difícil que vuelven a la vida diaria.
Incluso en Europa, un continente desarrollado y rico, no parece contar con las condiciones necesarias para sobrevivir a estas temperaturas. Esto se debe a que las casas no están adaptadas para el calor; muchos edificios son muy viejos y no tienen la infraestructura necesaria para incorporar aire acondicionado. Y no solo eso, sino que el aire acondicionado suele ser tan extraño a la cultura que un sector de la población lo considera insalubre, lo cual contribuye a que se use aún menos. De manera que, incluso cuando quizá tengan el dinero, la costumbre y la infraestructura no permiten que se incorporen estas medidas para reducir el calor.
Las temperaturas han sido provocadas por una zona de alta presión que se ha quedado atrapada sobre Europa, conocida como cúpula o domo de calor. Un domo de calor es una zona de aire a alta presión en la atmósfera que se mantiene fija sobre una región porque la dinámica atmosférica a su alrededor impide su movimiento.
Funciona como si tapáramos una olla con agua hirviendo. El sistema de alta presión atrapa el aire caliente debajo, que se calienta y se comprime para formar una «cúpula». Esto intensifica el calor e impide la formación de nubes, permitiendo que aún más radiación solar llegue al suelo.
Una cúpula de calor produce días despejados y soleados, y condiciones tranquilas con poco viento refrescante. Se acumula con el tiempo: cuanto más tiempo permanece la «cúpula» sobre una zona, más absorben y retienen el calor las superficies oscuras subyacentes, como carreteras y edificios, y más se seca el suelo. También aumenta la probabilidad de incendios forestales, ya que el calor seca la vegetación.
Sin embargo, este fenómeno está lejos de ser casualidad, ya que los científicos del clima tienen claro que el calor se habrá visto inevitablemente impulsado por el calentamiento del planeta. Incluso cuando personas adultas recuerden veranos calientes cuando crecían, es un hecho que los veranos (o incluso otras estaciones) de antes no son los de ahora. Las temperaturas calientes están, literalmente, poniendo a prueba nuestra supervivencia. Y sólo se pondrá peor.
Datos del Servicio Meteorológico del Reino Unido (MET) también muestran que, durante la década 2014-2023, los días superaron los 32 °C con más del triple de frecuencia en el Reino Unido que durante el período 1961-1990. Hoy en día es un hecho comprobable que el cambio climático está intensificando y aumentando la probabilidad de olas de calor.
A medida que los seres humanos queman carbón, petróleo y gas, y talan los bosques, se liberan dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero a la atmósfera. Estos gases actúan como una manta térmica, calentando la Tierra.
Hasta ahora, los seres humanos han provocado que el planeta se caliente 1,36 °C por encima de los niveles de finales del siglo XIX, según han informado varios científicos. Puede que no parezca mucho. Pero incluso un pequeño aumento en la temperatura media de la Tierra puede elevar considerablemente los extremos de calor. Y hoy en día estamos viviéndolo en carne propia junto con sus consecuencias desastrosas.
El domo de calor en Europa es una prueba de que la crisis climática no distingue de países ricos y países pobres. Es un hecho que los países marginados sufrirán más las consecuencias, pero incluso los países ricos no pueden escapar de los daños desastrosos que la crisis climática seguirá provocando a menos de que cambiemos el curso de nuestras acciones colectivas, especialmente los más ricos.
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