Desde la orden ejecutiva del presidente Donald Trump para invertir más en petróleo y “drill, baby, drill” el caos ha reinado en el sector ambiental. Y no se debe únicamente al hecho de que la administración Trump haya desdeñado los compromisos ambientales en su totalidad, sino la terrible reverberación que eso ha tenido alrededor del mundo.
Llamándola una «emergencia energética nacional» las decisiones de Trump han comenzado a influir en algunos países y compañías energéticas. En respuesta a la notificación de Estados Unidos a la ONU de su retirada del acuerdo climático de París, Indonesia, por ejemplo, ha insinuado que podría seguir su ejemplo.
«Si Estados Unidos no quiere cumplir con el acuerdo internacional, ¿por qué un país como Indonesia debería cumplirlo?», fueron las palabras de Hashim Djojohadikusumo, enviado especial para el cambio climático y la energía de Indonesia. Este país lleva años en la lista de los 10 principales países emisores de carbono. Indonesia produce tres toneladas de carbono [por persona al año], mientras que Estados Unidos produce 13 toneladas.
Siguiendo el (mal) ejemplo
Y es que el hecho de que el país más rico y el mayor productor de petróleo del mundo aumente su producción da a otros países una excusa fácil para aumentar la suya, cosa que ya están haciendo.
En Sudáfrica, la mayor economía de África y un importante emisor de carbono, un proyecto de transición del sector del carbón con ayuda extranjera por valor de 8,500 millones de dólares ya avanzaba muy lento, y ahora hay temores de que pueda descarrilarse aún más.
Por otro lado, Argentina retiró a sus negociadores de la cumbre climática COP29 en Bakú en noviembre pasado, días después de que Trump ganara la presidencia de Estados Unidos. Desde entonces ha seguido el ejemplo de Trump al señalar que se retirará del Acuerdo de París de 2015, que respalda los esfuerzos globales para combatir el cambio climático.
Por la parte de Argentina (otro país con un lunático a cargo siguiendo los pasos de Trump), Enrique Viale, presidente de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas dijo que, a raíz de estos eventos, esperan que su producción de petróleo y gas aumente. Esto se debe a que el presidente Milei ha insinuado que tiene la intención de retirarse del Acuerdo de París y ha dicho que el ambientalismo es parte de la “agenda progresista».
Economía de la destrucción
Y es que esto no sería posible para Trump sin una serie de aliados estratégicos que están dispuestos a ser sus compañeros en esta misión para matar al planeta (y al mismo tiempo concretar sus ambiciones comerciales, especialmente para hacerle frente a China)
Por ejemplo, la India y Estados Unidos acordaron aumentar significativamente el suministro de petróleo y gas estadounidenses al mercado indio.
Al final de la visita del primer ministro indio Narendra Modi a Estados Unidos el 14 de febrero, los dos países emitieron una declaración conjunta en la que «reafirmaban» que Estados Unidos sería «un proveedor líder de petróleo crudo y productos derivados del petróleo y gas natural licuado a la India».
Unos días después de la investidura de Trump, Corea del Sur, el tercer mayor importador mundial de gas natural licuado, ha insinuado su intención de comprar más petróleo y gas estadounidenses con el fin de reducir el superávit comercial con Estados Unidos y mejorar la seguridad energética.
La economía del suministro de energía es un factor clave para la descarbonización, por lo que estos movimientos son letales para una transición a energías limpias. Si después de los aparentes esfuerzos colectivos para llegar a acuerdos para contener el alza de los combustibles fósiles seguimos viendo fenómenos como éste, es de esperarse que muchos países no se lo tomen en serio. Aunque bajo ninguna circunstancia lo hace correcto.
Los científicos han dicho que no puede haber nueva extracción de combustibles fósiles y que es necesario reducir rápidamente las emisiones de carbono (alrededor del 45% para 2030 con respecto al nivel de 2019) si se quiere limitar el calentamiento global a 1,5 grados Celsius en comparación con el período preindustrial.
La inversión global en transición energética superó los 2 mil millones de dólares por primera vez el año pasado, pero los estudios también han demostrado que el crecimiento de la transición a la energía limpia se ha desacelerado notablemente en los últimos años, mientras que muchos bancos importantes siguen financiando combustibles fósiles.
Y es que el pensar que un movimiento tan importante como éste (aunado con, literalmente, nuestra supervivencia) está en mano de un puñado de hombres que se sienten con la audacia de decidir por la vida y supervivencia de todas las personas que habitan este planeta.
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