Hace casi 5 años un ganadero del poblado de Centauros del Norte, en Calakmul, al extremo sur de México, aseguró haber encontrado dos crías de jaguar abandonadas en circunstancias desconocidas cerca de su potrero, de acuerdo con ngenespanol.com.
Los felinos fueron puestos a disposición de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), quien a su vez, contactó a Jaguares en la Selva, una organización dedicada al rescate, reintroducción y liberación de jaguares al medio silvestre, para hacerse cargo de las crías.
Después de diversos esfuerzos enfocados en salvaguardar la vida de las dos jaguares, Celestún Petén y Nicté Ha –como fueron nombradas por el equipo– fueron trasladadas vía terrestre a las instalaciones del centro de conservación de Jaguares en la Selva en Oaxaca.
Se trata de un programa pionero a nivel mundial, con metodologías especializadas basadas en el desarrollo de conductas naturales y asilvestramiento, con el fin de lograr la autosuficiencia de las jaguares y reunir las condiciones para su liberación, todo sin contacto físico ni visual con el ser humano, explica Víctor Rosas Cossío, presidente y fundador de la organización.
Jaguares en la Selva forma parte de la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar presidida por el Dr. Gerardo Ceballos, un grupo conformado por especialistas, investigadores y organizaciones que desarrollan iniciativas en torno a la especie y que sirvió como parteaguas para conocer más de las poblaciones, hábitats e individuos del jaguar mexicano.
E jaguar (Panthera onca) hoy está catalogado en México como una especie en peligro de extinción, debido a la pérdida de más del 40 % de su territorio en el último siglo y la reducción de su población de 40 mil ejemplares, a sólo 4 mil 800 en vida libre en el mismo periodo.
Un programa pionero a nivel mundial
A los 4 meses y medio, Celestún Petén y Nicté Ha empezaron a cazar por sí mismas; sin embargo, la tercera etapa del proyecto de liberación requería de un recinto de casi una hectárea con dos estanques, madrigueras y taludes de montaña, que diera continuidad al desarrollo de los jaguares.
A pesar de que el apoyo gubernamental previamente pactado no llegó, la fundación puso en marcha un movimiento cultural y artístico: a partir de 18 réplicas del cráneo de un jaguar intervenidas por artistas mexicanos, Jaguares en la Selva logró reunir los fondos necesarios para continuar con el proyecto.
En la tercera etapa, las jaguares comenzaron a cazar presas más complejas propias de su ambiente natural y desarrollaron habilidades territoriales y de exploración en el hábitat, un avance que trajo consigo nuevos desafíos para los miembros del equipo, especialmente en el trabajo de documentar y monitorear la evolución de Celestún Petén y Nicté Ha.
Con el apoyo de IFAW (International Fund for Animal Welfare), la fundación se hizo de un sistema de monitoreo con 4 cámaras diferentes en el simulador de vida silvestre y collares de monitoreo para observarlas desde un centro de investigación, un complejo cuyas instalaciones, en palabras de Víctor Rosas, “sirven a perpetuidad para atender futuros casos de jaguares con viabilidad genética de liberación”.
Interesados en el trabajo comunitario, la organización desarrolló el proyecto final del simulador de vida silvestre y los cimientos de un centro científico en Quintana Roo. No obstante, la temporada de huracanes trajo consigo inundaciones históricas que detuvieron una vez más el avance en el proyecto.
No fue hasta que, con el apoyo de FONATUR y Tren Maya, Jaguares en la Selva impulsó el Programa GATO (Grupo de Atención Técnico Operativa, una iniciativa que nació en Oaxaca para tener una población genéticamente viable para el jaguar) que las obras continuaron, ahora como una medida de compensación y mitigación para las obras del Tren Maya en el sureste de México.
En noviembre de 2020, las jaguares fueron reubicadas en el último simulador de vida silvestre previo a su liberación después de un vuelo directo que las trasladó de Oaxaca a Quintana Roo. Esta etapa requería de un proceso de adaptación a la humedad, temperatura y otros factores climáticos, con condiciones cada vez más similares a la vida silvestre.
Tras una evaluación etológica, los especialistas confirmaron que las jaguares estaban aptas para volver a vida libre.
Finalmente, el pasado 11 de marzo a las 14 horas, Celestún Petén y Nicté Ha fueron liberadas. Las dos jaguares llevan consigo un collarín de GPS que permitirá mapear sus primeros pasos, antes de que se desprendan entre mayo y junio.
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