En la Ciudad de México parece que tenemos una relación problemática (y quizá tóxica?) con el agua. Una región originalmente lacustre, rodeada de agua por sus ríos, hoy parece no querer encontrar un equilibrio para convivir más armónicamente con ella. Y utilizamos el verbo “querer” porque parece que llevamos cientos de años ignorando las características de la Ciudad.
Durante las últimas semanas la Ciudad ha sufrido fuertes inundaciones al grado de que 12 de sus 16 alcaldías se encuentran en alerta por inundaciones. La intensa lluvia que cayó ayer por la tarde-noche al sur de la Ciudad de México provocó severas inundaciones en varias colonias en el sur de la Ciudad. La autopista Picacho-Ajusco y la colonia Jardines del Pedregal, así como en inmediaciones de Ciudad Universitaria fueron de las zonas más afectadas, registrando inundaciones con una subida del agua de hasta un metro de altura.
En el bajopuente de la Picacho-Ajusco algunos autos quedaron varados debido a la creciente del agua y se requirió apoyo del cuerpo de Bomberos además del cierre de paso a este acceso.
Y a pesar de que las consecuencias han sido caóticas para la CDMX y sus habitantes, parece que cada año repetimos la misma historia (aunque con algunas variaciones en intensidad). Y el problema permanece.
La CDMX: un reto geográfico y urbanístico
No es ningún secreto que la capital (y, a gran escala, el país) tiene una mala gestión de los recursos hídricos. Mucho de ello se debe a que los factores geográficos y de sobrepoblación de la Ciudad la hacen más complicada que otras, pero al mismo tiempo la inversión en el drenaje, las tuberías y el buen manejo del agua ha sido mínimo. Y eso no es un accidente geográfico, sino que es negligencia pura.
La llegada de la temporada de lluvias durante el verano ayuda a recargar los mantos acuíferos y a contrarrestar los estragos de la época de sequía (que durante 2024 ha sido particularmente tortuosa). Sin embargo, los problemas en el drenaje, el atasco de las alcantarillas y la excesiva construcción en los suelos provocan constantemente inundaciones. Irónica y lamentablemente, la Ciudad de México es la ciudad que apenas tiene agua y que al mismo tiempo sufre de importantes inundaciones causando daños a la salud, la propiedad y la infraestructura.
La basura es la causa del 50% de las inundaciones en Ciudad de México según las autoridades de la Ciudad. Y, dentro de esta narrativa, cada año las autoridades lanzan campañas de información para que la gente no tire basura a las alcantarillas, viertan aceites o arrojen desperdicios y escombros en ríos y arroyos. Y es verdad que a pesar de estas advertencias, es común ver basura tirada en diferentes puntos de la Ciudad. Algunas zonas son mucho más sucias que otras (lo cual tiene muchas veces que ver con el nivel socioeconómico de la zona) pero este es un problema persistente en toda la Ciudad.
Sin embargo, el otro 50% está relacionado con la mala calidad del sistema de drenaje que resulta insuficiente para la cantidad de lluvia que cae de junio a septiembre. La mala gestión pública del agua también ha provocado el hundimiento de los suelos a medida que los acuíferos se han quedado sin recursos. En 1990 Ciudad de México tenía unos 90 puntos sensibles de encharcamiento; en 2015, ascendieron a 120 y para 2024, hay más de 200 puntos sensibles de inundarse cada vez que llueve.
La morfología de la ciudad a modo de cuenco y rodeada de montañas hace que el agua tienda a concentrarse en ella (al igual que cuando hay problemas de contaminación y contingencia). El hundimiento ha provocado problemas en la infraestructura, el drenaje se hunde, se rompe y contribuye a que haya más inundaciones
El gasto por estas inundaciones asciende a cientos de millones de pesos cada año. Luis Zambrano, del Instituto de Biología de la UNAM sostiene que “Nunca desde la Colonia nos hemos dado cuenta de que vivimos en un lago y ese drenaje que provocamos para evitar inundarnos hace que nos quedemos sin agua”, afirmó.
Reflexionando sobre el problema
El año de 2024 ha sido una enorme lección de cómo la Ciudad de México y las autoridades han desdeñado la importancia del tema del agua en prácticamente todas sus aristas: desde la conservación, su cuidado, el mantenimiento (o falta de) de las tuberías, el mal manejo del drenaje, la falta de concientización de su importancia, entre muchos otros.
Y este es el perfecto ejemplo de un problema sistémico. Un problema que hoy llega a su peor versión en muchos años debido a la continua falta de importancia que las autoridades le han dado, y principalmente la falta de inversión y estrategia.
Los expertos urgen a las autoridades a diseñar un plan de desarrollo que no solo mejore los problemas de las inundaciones, sino que también trate las aguas residuales y capte lluvia para luchar contra el desabasto. En Ciudad de México solo se recicla entre el 10% y el 15% del agua. El resto se va por el desagüe. Otras ciudades procesan hasta el 25% de sus aguas. La emergencia climática fuerza cada vez más a que las aguas grises sean utilizadas no solo para tareas de limpieza, sino para usos agrícolas, industriales e incluso domésticos.
El mantenimiento del drenaje y las tuberías son obras esenciales y sin las cuales la Ciudad literalmente terminará colapsando. Pero son obras que no llaman la atención como aquellas más fotogénicas, por lo que los políticos terminan dejándolas a un lado. Y pocas cosas son más graves que estas decisiones tan irresponsables que no se pueden trazar a un partido político o funcionario específico (a pesar de que la administración actual sea especialmente mala y negligente ante este problema), sino una historia de décadas en las que las autoridades mexicanas nunca han tomado en cuenta la conservación y mantenimiento del agua como una de sus prioridades. Y hoy más que nunca estamos pagando el precio de esa irresponsabilidad.
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