Durante décadas, el permafrost profundo se consideró un archivo inmóvil. Parecía un suelo congelado y estable, incapaz de cambiar ante el calentamiento global. Sin embargo, nuevas investigaciones revelan un escenario muy distinto. En ese subsuelo silencioso, microbios atrapados hace hasta 40.000 años despiertan y vuelven a funcionar como si el tiempo no hubiera pasado.
Este hallazgo, obtenido en el túnel de permafrost de Fairbanks, Alaska, muestra que las capas heladas no son un depósito inerte. Allí, los científicos analizaron muestras antiguas y observaron cómo los microorganismos reorganizan sus estructuras internas y forman nuevas colonias después de meses de temperaturas relativamente templadas. La escena transforma un paisaje que parecía estático en un entorno microscópico activo.
Además, el proceso no solo resucita a los microbios. También reactiva su capacidad para consumir materia orgánica y liberar dióxido de carbono y metano. Esto importa porque el norte del planeta almacena el doble del carbono presente en la atmósfera actual. Si una fracción de ese depósito llega al aire, el calentamiento global podría acelerarse.
Los investigadores aclaran que el fenómeno no ocurre de inmediato. Durante las primeras semanas, la actividad es casi imperceptible. Pero cuando el suelo permanece descongelado durante meses, las comunidades pierden diversidad, se reorganizan y comienzan a actuar como sistemas activos capaces de modificar el entorno. Ese detalle conecta de manera directa con un cambio visible en el Ártico: las estaciones cálidas se están alargando.
Qué microbios despertaron después de 40.000 años
Los organismos estudiados pertenecen a comunidades profundas, muy por debajo de la capa que se derrite cada verano. Permanecieron aislados sin luz, oxígeno ni nutrientes nuevos. Sin embargo, no estaban muertos. Tras incubarlos seis meses a 4 °C y 12 °C, los científicos detectaron reparación de membranas, crecimiento y síntesis de glicolípidos, compuestos que favorecen la resistencia al frío.
Según uno de los investigadores, las muestras “todavía son muy capaces de albergar vida robusta que puede descomponer materia orgánica y liberarla como dióxido de carbono”.
Con el tiempo, estas comunidades formaron biofilms, estructuras que permiten a los microbios agruparse y trabajar de forma coordinada. Es un comportamiento común en suelos modernos, lo que sugiere que ciertas estrategias biológicas persisten incluso después de milenios.
Qué es el permafrost y por qué importa
El permafrost es un suelo que permanece a 0 °C o menos durante al menos dos años. No es únicamente hielo. Contiene sedimentos, roca, agua congelada y restos orgánicos acumulados durante miles de años. Casi una cuarta parte del hemisferio norte se sostiene sobre este tipo de terreno.
En Alaska, cubre cerca del 85 % del territorio. Su estabilidad influye en carreteras, edificios y tuberías. También condiciona la vida de comunidades indígenas que dependen de un suelo firme. Cuando el permafrost se descongela, el terreno pierde consistencia y aparecen hundimientos y deformaciones.
Pero su rol más crítico es climático. Allí se almacenan enormes depósitos de carbono que permanecen intactos gracias al frío. Cuando aumenta la temperatura, ese material queda disponible para microbios capaces de transformarlo en gases de efecto invernadero.
Cómo se estudia el despertar microbiano
Las muestras se recolectaron en condiciones controladas para evitar el contacto con oxígeno. Después, se incubaron durante seis meses a temperaturas que representan veranos suaves y episodios cálidos cada vez más frecuentes. Para identificar qué células estaban activas, se utilizó agua enriquecida con deuterio. La técnica permitió diferenciar entre organismos vivos y restos sin actividad.
Durante el primer mes, apenas entre el 0.001 y el 0.01 % de las células se renovó cada día. Pero hacia el sexto mes, las comunidades formaron biofilms y aumentaron su metabolismo. Parte de los gases liberados provenían de burbujas antiguas atrapadas en el hielo, por lo que distinguir entre emisiones viejas y nuevas será clave para mejorar modelos climáticos.
El riesgo de veranos más largos
La NOAA advierte que las estaciones cálidas del Ártico se están extendiendo. Esto permite que el suelo profundo permanezca descongelado por más tiempo. Y ese periodo prolongado es justamente lo que necesitan los microbios para reactivarse por completo.
Si el calentamiento continúa, podría formarse una retroalimentación peligrosa: más deshielo, más emisiones y más calor. Además, el terreno inestable modifica humedales, ríos y fauna, afectando comunidades indígenas y sus actividades tradicionales.
Lecciones de este hallazgo
El estudio demuestra que el tiempo de descongelación pesa más que los picos de calor. También subraya la necesidad de ampliar investigaciones en otras regiones del Ártico. No todas contienen las mismas especies ni reaccionan igual al aumento de temperatura.
Finalmente, recuerda que el cambio climático no solo afecta el presente. También despierta procesos biológicos que permanecieron dormidos durante miles de años. Y esa interacción podría transformar el clima futuro más rápido de lo que pensamos.
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