En nuestro día a día muchas veces consumimos productos que se vuelven masivos, que entran en modas y que se vuelven fácilmente disponibles para nosotros. Y esto sucede incluso cuando el producto en sus inicios nunca se planeó para distribución masiva ni para ser una moda en redes sociales.
Esto es lo que ha sucedido con productos como el aceite de argán y el té matcha, que de la noche a la mañana se convirtieron en productos globales con demanda en diferentes rincones de la Tierra. Sin que existieran recursos para satisfacer esa demanda.
De alguna manera, estos productos nunca estuvieron hechos para consumirse masivamente ni a distancias tan grandes de su lugar de origen y mucho menos a convertirse en una moda seguida por millones de personas. Y el imponerla como una ha tenido un importante costo ambiental y social para estas comunidades.
A continuación explicamos por qué.
El matcha se produce a partir de las hojas de la planta Camellia sinensis y servido originalmente, con gran estilo, en ceremonias formales del té por maestros del sado (el arte del té). El matcha se ha vuelto el sabor de moda, el ingrediente imprescindible en todo tipo de productos desde cafés, lattes y chocolates hasta postres y dulces.
Sin embargo, el apetito global por el matcha es un arma de doble filo. El otoño pasado surgieron informes de escasez, lo que llevó a las empresas de té de Kioto a imponer límites de compra sin precedentes para este ingrediente, que se consume en Japón desde el siglo XII, tras su introducción por monjes budistas procedentes de China.
La creciente demanda en Europa, Estados Unidos y Australia ha suscitado advertencias de una mayor escasez este año. Mientras que el consumo de té verde en hoja y matcha está disminuyendo en Japón, el resto del mundo no tiene suficiente, y se espera que el mercado mundial de matcha, solo para este producto, aumente de 2,800 millones de dólares en 2023 a aproximadamente 5,000 millones de dólares para 2028.
Según el Ministerio de Agricultura, Japón produjo 4,176 toneladas de matcha en 2023, casi el triple que en 2010. Con el objetivo de aprovechar el creciente potencial comercial, el gobierno japonés planea otorgar subsidios para animar a los productores a abandonar el té de hoja tradicional, o sencha, y producir más tencha (té para moler), el tipo de hoja que produce matcha.
Las campañas oficiales para difundir el matcha han tenido un éxito rotundo. La cuenta de promoción del té en Instagram (@justteayourself), gestionada por el Centro de Promoción de Productos Alimenticios en el Extranjero de Japón, cuenta con casi 50,000 seguidores.
Inevitablemente, las redes sociales han impulsado el interés. El contenido sobre matcha es difícil de evitar en TikTok, donde los usuarios destacan los beneficios para la salud del consumo regular de té verde rico en antioxidantes, cuyos niveles de cafeína son ligeramente inferiores a los del café. Pero el polvo escasea. Y se espera que un arancel del 24% a las importaciones japonesas, encarezca también el matcha.
Las hojas tiernas y jóvenes de tencha que se utilizan para elaborar matcha solo se recolectan durante los primeros días de la cosecha de primavera. Hay un número limitado de agricultores y se tarda una hora en secar y moler las hojas para obtener suficiente polvo para un recipiente pequeño.
Los expertos han dicho que Japón ha alcanzado su punto crítico de producción de matcha. El gobierno japonés está intentando aumentar la producción para satisfacer la creciente demanda, pero si la demanda sigue superando la producción, algunos importadores temen que empresas extranjeras intenten vender té verde en polvo más económico a precios de matcha. Lo que suele suceder cuando los productos superan la demanda humanamente posible.
Por otro lado, algo similar ha sucedido con el aceite de argán. Este aceite es un aceite vegetal natural extraído de las semillas del árbol de argán, originario de Marruecos. Se le conoce como «oro líquido» por su intenso color dorado y sus numerosos beneficios para la salud y la cosmética. Es reconocido por sus propiedades hidratantes y nutritivas, lo que lo convierte en un ingrediente popular en productos para el cuidado de la piel y el cabello.
La producción anual de aceite de argán ronda las 4000 toneladas. Si bien se fabrican y comercializan numerosos productos (aceite de cocina, aceite cosmético, cremas, jabones, etc.), solo se exporta el 10% de la producción nacional. La mayor parte de las ganancias de la venta mundial de productos transformados con aceite de argán no llega a la comunidad local.
El aceite de argán se obtiene principalmente de árboles de argán originarios de regiones específicas de Marruecos. Ésta limitada disponibilidad geográfica limita el suministro de aceite de argán, especialmente considerando la creciente demanda mundial. Factores como el cambio climático, la deforestación y la degradación del suelo amenazan aún más la sostenibilidad de las poblaciones de árboles de argán, lo que afecta la disponibilidad de materias primas, y lo que se espera que frene el crecimiento del mercado del aceite de argán.
La producción de aceite de argán depende en gran medida de la cosecha anual de frutos del árbol de argán. La temporada de cosecha suele ser entre junio y agosto, y el proceso de extracción es laborioso, ya que implica abrir las nueces de argán para extraer las semillas. Esta estacionalidad de la producción puede provocar fluctuaciones en la oferta y volatilidad de precios, lo que supone un desafío para fabricantes y proveedores.
Es un hecho que el principal motor para convertir estos productos en un fenómeno global ha sido el dinero. Y hoy en día es difícil imaginar ciertas industrias sin ellos, sin embargo quizá nunca debieron de estar ahí para empezar. Quizá a veces demandamos demasiado de industrias que nunca estuvieron hechas para ser tan grandes en un inicio. Y estos probablemente sean solo dos ejemplos de una larga lista de muchos más.
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