La victoria de Donald Trump ha invitado a la discusión en múltiples ámbitos, desde la polarización hasta la economía pasando por la migración y las relaciones exteriores. Pero un factor que no puede ser ignorado es cómo este rumbo político impactará al medio ambiente
La obsesión con los combustibles fósiles
Después de haber sido declarado ganador de la elección, Trump le dijo a una multitud jubilosa el miércoles que Estados Unidos, (país que firmó un acuerdo global el año pasado para abandonar los combustibles fósiles), aumentará en cambio la producción de petróleo incluso más allá de los niveles récord actuales.
Durante su primer mandato, la administración de Trump impulsó una mayor extracción de petróleo y gas natural, incluso en áreas protegidas como el Refugio Natural de Vida Silvestre del Ártico de Alaska, y defendió la construcción de oleoductos como Keystone XL y Dakota Access. Al mismo tiempo derogó decenas de regulaciones de la Agencia de Protección Ambiental, flexibilizó las restricciones a las emisiones de carbono y debilitó las normas que rigen contaminantes como el metano.
Antes de la elección, Trump había insinuado que continuaría por esa vía si ganaba. Pero algunos expertos han dicho que eso no significa que las energías renovables desaparecerán por completo, sino que el nuevo gobierno se centrará más en los hidrocarburos. Pero el impacto será lo suficientemente grande para ser percibido con fuerza.
Trump prometió aumentar la producción nacional de combustibles fósiles, centrarse más en el petróleo y el gas e invertir menos en energías limpias. Esto se debe también a la importancia que le da a la producción de hidrocarburos como herramienta política hacia adentro y hacia afuera de Estados Unidos.
Se dice que una de las intenciones de Trump es derogar la Ley de Reducción de la Inflación de 2022, la histórica ley climática que está invirtiendo más de 390,000 millones de dólares en vehículos eléctricos, baterías y otras tecnologías de energía limpia, enfrentará rápidamente una prueba política.
Varios expertos ambientales norteamericanos predicen una nueva dilución de las normas medioambientales y teme regulaciones más laxas que impliquen que Estados Unidos no cumpla sus objetivos climáticos para 2030.
¿La tendencia es nueva?
Incluso en la Convención Nacional Demócrata -el partido que supuestamente sí está interesado en el cambio climático- el término apenas se mencionó. Ahora la producción energética de Estados Unidos está en un máximo histórico, y el país produce más petróleo y gas que cualquier otro país en la historia. El cambio se debe a que ahora los votantes se preocupan mucho más por la economía y mucho menos por el medio ambiente. La triste realidad es que, incluso en el país que más contamina en todo el planeta, tanto los votantes como los políticos son los que menos se interesan por este tema tan central para la supervivencia humana.
Aunque sigue siendo una prioridad para muchos demócratas jóvenes, el aumento de la inflación y de los precios de la gasolina en los últimos años ha dejado en un segundo plano las preocupaciones sobre los gases de efecto invernadero.
Irónicamente, el triunfo de Trump coincidió casi al mismo tiempo que la 29.ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático (COP29), en la que John Podesta, emisario especial del presidente Joe Biden aseguró que es «evidente» que Trump intentará «revertir» los avances climáticos, pero mostró confianza en que la transición hacia la energía limpia prevalecerá.
«Es evidente que la próxima administración intentará dar un giro y revertir los avances en materia climática», pero «la economía de la transición hacia la energía limpia se ha impuesto», dijo Podesta. También añadió que ese esfuerzo continuará gracias a actores subnacionales en Estados Unidos y en otras partes del mundo.
Independientemente de qué fuerzas económicas puedan influir en la tendencia de la administración de Trump para desdeñar los esfuerzos de conservación y de reducir la quema de combustibles fósiles, la triste realidad es que el mundo quizá ya no puede soportar otra administración de este hombre. No solo por todos los claros abusos y desmantelación de las instituciones, sino porque el estrés ambiental es tanto que no podemos asegurar que el daño que se infrinja (o que simplemente no se evite activamente) tendrá la posibilidad de todavía ser reversible.
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