Es bien sabido que la expansión de la vida humana en relación a la urbanización y el crecimiento de la industrialización ha sacrificado el bienestar del medio ambiente y la supervivencia de cientos de especies. Esto adquiere un significado totalmente distinto cuando vemos los crecientes daños atribuidos al cambio climático.
Durante años recientes una de las especies que más ha sufrido estos daños han sido las abejas. Las abejas han sufrido muertes masivas a causa del uso de pesticidas en los cultivos y la reducción del hábitat nativo exacerbada por el monocultivo comercial a gran escala. El cambio climático también ha alterado las especies nativas, lo que ha derivado en que más de media docena de especies de abejas nativas de Estados Unidos entren a la lista de especies en peligro de extinción.
Esto es un fenómeno sumamente grave pues el futuro de la polinización (y de nuestra alimentación) recae en la conservación de las abejas. Según datos de la la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, tres de cada cuatro cultivos alimentarios para el consumo humano y más de un tercio de las tierras agrícolas en todo el mundo, dependen en parte de las abejas.
Por otro lado, la manera en la que hemos construido las redes electromagnéticas también afectan la supervivencia de las abejas. Los campos electromagnéticos emitidos por las torres de transmisión, como las que sostienen las líneas eléctricas aéreas que transportan energía desde las plantas de energía a las ciudades, afectan la capacidad polinizadora de las abejas. Esta alteración también podría tener un impacto significativo en la biodiversidad en estos entornos.
Las abejas a menudo dependen de campos electromagnéticos naturales para navegar en su entorno: tienen un sistema de magnetorrecepción especializado en su abdomen. Al mismo tiempo logran percibir el campo electromagnético de las flores y es así como las encuentran. Cada vez más investigaciones han sugerido que la exposición a los campos electromagnéticos artificiales puede desorientar a las abejas, haciendo que a veces se pierdan en el camino a casa después de buscar comida, e incluso dejando colonias enteras sin suficientes recolectores para sobrevivir en algunos casos.
La urbanización y el uso cada vez mayor de tecnologías inalámbricas conducen a mayores tasas de emisión de campos electromagnéticos de radiofrecuencia en zonas pobladas. Esta radiación electromagnética es una forma de contaminación ambiental y un potencial factor de estrés para las abejas y otros insectos voladores. Las ciudades suelen tener una alta densidad de dispositivos inalámbricos que funcionan con frecuencias de microondas, que generan frecuencias electromagnéticas en las bandas habitualmente utilizadas por las tecnologías inalámbricas.
Se han conducido estudios experimentales exponiendo a las abejas a este tipo de frecuencias utilizando grupos de abejas expuestas a niveles más altos y más bajos de frecuencias. En comparación con las abejas expuestas a niveles bajos, las sometidas a campos electromagnéticos más intensos produjeron aproximadamente un 50% más de proteínas de choque térmico; normalmente provocadas por altas temperaturas, estas moléculas protegen a las células del estrés. Los investigadores también observaron una disminución significativa en los niveles de expresión de genes asociados con la capacidad de las abejas para buscar alimento, formar recuerdos y navegar.
Esto nos lleva a la conclusión de que incluso la contaminación en interferencia que no podemos ver (e incluso a veces entender con facilidad) puede tener graves consecuencias para la flora y fauna. La radiación electromagnética puede afectar gravemente el medio ambiente pues podría ser un riesgo potencial para la orientación de aves e insectos y para la salud de las plantas.
Sin embargo, este no es un hallazgo nuevo, ya que estudios que se remontan a años atrás han llegado a la misma conclusión. Un estudio de 2010 sugirió que esta radiación electromagnética podría estar desempeñando un papel en la disminución de determinadas poblaciones de animales e insectos. Esto se debe a que las ondas generadas pueden alterar la orientación magnética que usan diferentes aves e insectos migratorios, terminando por desorientarlos y hacerlos mucho más vulnerables a cualquier amenaza.
Quizá el entender cómo funciona la radiación electromagnética es algo que no está al alcance de todos. Pero el darnos cuenta cómo parece que prácticamente todas las actividades y necesidades humanas se construyen poniendo en último lugar la preservación del medio ambiente es algo que todos podemos ver si nos damos la oportunidad.
Y es sumamente importante que comencemos a cambiar el curso inmediatamente, pues si seguimos así más que facilitar la vida humana terminaremos impidiéndola, pues si el medio ambiente entra en crisis también lo haremos nosotros al ser seres simbióticos.
También te puede interesar: ¿El fin de la primavera y el otoño?
La Sierra Gorda de Querétaro se consolida como uno de los territorios naturales más relevantes… Leer más
Con motivo del Día Internacional de los Derechos de los Animales, AJEMEX destaca su compromiso… Leer más
El acceso al agua depende cada vez más de la educación y de la capacidad… Leer más
En el marco del Día Internacional de los Derechos de los Animales, Patricia Lobeira Rodríguez… Leer más
El crecimiento urbano y la intensificación de los fenómenos climáticos están obligando a repensar la… Leer más
La cuenca del Mediterráneo ha convivido durante siglos con sequías e inundaciones. Estos fenómenos extremos… Leer más