¿Y qué pasa con la erosión de los suelos?

¿Y qué pasa con la erosión de los suelos?

Pocas veces cuando pensamos en los recursos naturales que se están agotando pensamos en el suelo. Y es que en teoría sigue ahí, ¿no? No lo vemos agotándose como vemos a los ríos secarse o a los árboles cuando los talan.


Sin embargo el suelo sí se daña, se erosiona. Y aunque siga ahí no significa que tenga las mismas propiedades que tuvo alguna vez o que puede seguir siendo un aliado para la biodiversidad como lo fue alguna vez.

 

Los suelos no solo sostienen la agricultura. También almacenan agua, capturan carbono, alojan millones de microorganismos y son esenciales para la biodiversidad. Cuando se deterioran, se alteran los ciclos naturales, se pierde fertilidad y se agravan fenómenos como el cambio climático o las sequías.

 

La desertificación es una de las consecuencias más visibles de esta crisis. En regiones secas, la sobreexplotación del suelo y el avance del desmonte generan tierras cada vez más áridas e improductivas. Esto no solo afecta cultivos, sino también a comunidades rurales que dependen de esos ecosistemas para sobrevivir.

 

A esta situación se suma el uso excesivo de agroquímicos, la compactación por maquinaria pesada y el riego mal planificado. Cada una de estas prácticas contribuye a empobrecer el suelo, dejándolo más vulnerable a la erosión y menos capaz de sostener vida vegetal.

 

¿Cómo funciona?

El suelo es la frágil capa que sustenta toda la vida en la Tierra. Está compuesto por innumerables especies que crean un ecosistema dinámico y complejo, y es uno de los recursos más preciados para los seres humanos. La creciente demanda de productos agrícolas genera incentivos para convertir bosques y pastizales en campos de cultivo y pastos. 

 

La transición a la agricultura desde la vegetación natural a menudo no logra retener los nutrientes naturales del suelo, y muchas de las plantas que se vuelven monocultivos, como el café, el algodón, el aceite de palma, la soya y el trigo, pueden, de hecho, aumentar la erosión del suelo más allá de su capacidad para mantenerse.

Llevando el suelo al límite

La realidad es que la situación es mucho peor de lo que pudiéramos pensar. La mitad de la capa superficial del suelo del planeta se ha perdido en los últimos 150 años. Además de la erosión, la calidad del suelo se ve afectada por otros aspectos de la agricultura. Estos impactos incluyen la compactación, la pérdida de la estructura del suelo, la degradación de nutrientes y la salinidad del suelo. Quizá no parece porque no entendemos mucho sobre el suelo, pero estos son problemas graves.

 

Los efectos de la erosión del suelo van más allá de la pérdida de tierras fértiles, sino que ha provocado un aumento de la contaminación y la sedimentación en arroyos y ríos, obstruyendo estas vías fluviales y provocando la disminución de peces y otras especies. Aunado a esto, las tierras degradadas suelen tener menor capacidad para retener agua, lo que puede agravar las inundaciones (especialmente en regiones semi áridas). El uso sostenible de la tierra puede ayudar a reducir el impacto de la agricultura y la ganadería, previniendo la degradación y la erosión del suelo y la pérdida de tierras valiosas debido a la desertificación.

 

La salud del suelo es una preocupación primordial para los agricultores y la comunidad mundial, cuyo sustento depende de una agricultura bien gestionada que comienza con la tierra bajo nuestros pies. 

 

Recuperar y conservar los suelos es posible si se aplican prácticas sostenibles, desde el campo hasta las ciudades. Una de las claves es la agricultura regenerativa, que promueve técnicas como la rotación de cultivos, el uso de abonos naturales y la cobertura vegetal para proteger el suelo de la intemperie.

 

Las plantas nativas también son la clave para la erosión de los suelos. El restaurar bosques nativos y áreas degradadas es esencial, ya que las raíces de árboles y arbustos ayudan a mantener el suelo firme y retener la humedad. Esta cobertura vegetal actúa como una barrera natural frente a la erosión causada por el viento y el agua.

Es esencial que entendamos que nuestro daño al medio ambiente va mucho más allá de lo que podemos ver, y que la conservación adecuada de los suelos es una lucha importantísima en la que descansa el futuro de la biodiversidad y, esencialmente, nuestra supervivencia.

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