Zorros urbanos: no se están domesticando

El auge de los videos virales de zorros urbanos generó una narrativa atractiva. En ellos, los animales se acercan a personas, aceptan comida y muestran aparente calma. Por eso, muchas personas interpretan estas escenas como una “autodomesticación” espontánea.

Sin embargo, la evidencia científica desmiente dicha idea. La domesticación real implica modificaciones genéticas heredables, sostenidas en el tiempo. Este proceso requiere selección controlada durante varias generaciones. National Geographic y distintos expertos coinciden en que la conducta dócil, por sí sola, no basta.

Habituación y domesticación: una diferencia clave

Los registros virales alimentan una confusión frecuente. Confunden habituación con domesticación. Blake Morton, especialista en comportamiento animal de la Universidad de Hull, sostuvo que la domesticación introduce cambios genéticos transmisibles. En cambio, la habituación solo refleja adaptación individual.

Cuando un zorro se habitúa, aprende que la presencia humana no siempre implica peligro. Si además encuentra comida fácil, baja su nivel de alerta. Por eso se acerca más. No obstante, esa respuesta no pasa a su descendencia como rasgo genético.

Cinthia Abbona, bióloga del CONICET en Argentina, también alerta sobre este error. Según explicó, no existe ningún animal que se haya autodomesticado de manera comprobada. Normalizar esa idea resulta riesgoso, porque fomenta la intervención humana en la fauna silvestre.

Las ciudades ofrecen calor, refugios y restos de comida. Eso atrae a los zorros y modula su comportamiento. Sin embargo, siguen siendo animales salvajes. No buscan convivir, solo adaptarse para sobrevivir.

Cambios en zorros urbanos: ¿prueba de domesticación?

Algunos estudios detectaron diferencias entre zorros urbanos y rurales. Los de ciudad, en ciertos casos, tienen hocicos más cortos o cráneos pequeños. Además, suelen explorar más y mostrar menos miedo frente a desafíos relacionados con el alimento.

Aun así, Morton aclaró que estos cambios no son evidencia directa de domesticación. Solo indican flexibilidad conductual ante un entorno distinto. Trevor Williams, fundador de The Fox Project en Reino Unido, lo resume con ironía: los zorros aceptan la comida, pero conservan su independencia.

Incluso después de interactuar con humanos, buscan presas en alcantarillas o parques. No establecen vínculos estables, como los animales domésticos. Por otro lado, algunos pueden estar afectados por toxoplasmosis. Este parásito altera su respuesta al miedo, aunque no representa un riesgo de transmisión directa a humanos en este contexto.

El único caso real de domesticación de zorros ocurrió en Rusia, desde 1959. Genetistas seleccionaron ejemplares solo por su docilidad durante décadas. La cría fue estrictamente controlada. Con el tiempo, algunos zorros movían la cola y lamían las manos de sus cuidadores.

No obstante, el proceso tuvo un alto costo ético. Muchos animales que no cumplían los criterios fueron descartados. Algunos terminaron en granjas peleteras o como mascotas exóticas. Para expertos como Kimberly DeFisher, este experimento fue poco ético y no replicable en libertad.

Además, muchos zorros criados en cautiverio no lograron adaptarse. Al menos la mitad murió, fue abandonada o liberada de forma ilegal antes del año. Esto reafirma que la domesticación forzada no es una solución.

Zorros, historia y simbolismo

Hallazgos arqueológicos en Sudamérica señalaron posibles relaciones entre humanos y zorros. Se encontraron entierros conjuntos con especies extintas, como el Dusicyon avus. También se documentó la existencia de perros fueguinos, utilizados por pueblos originarios.

Sin embargo, estos vínculos parecen más simbólicos que domésticos. Los registros describen a los zorros como animales solitarios y difíciles de controlar. Con el tiempo, fueron desplazados por perros, más dóciles y cooperativos.

Los riesgos de creer en la autodomesticación

Difundir la idea de que los zorros se están domesticando puede generar daño. Si las personas intentan alimentarlos o acariciarlos, aumentan los conflictos. Un zorro confiado puede acercarse a desconocidos y sufrir agresiones.

En varios países, las autoridades o empresas privadas pueden capturarlos o sacrificarlos. Por lo tanto, una conducta que parece “tierna” en redes puede terminar en muerte para el animal.

Los especialistas recomiendan no intervenir. No alimentar. No intentar tocarlos. Mantener distancia es la forma más responsable de convivir con ellos en entornos urbanos.

Como sintetizó Williams: la fauna silvestre no necesita ayuda humana. Necesita espacio, respeto y menor interferencia. Comprender la diferencia entre habituación y domesticación resulta clave para proteger tanto a los zorros como a las personas.

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reddmemp

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