El presidente Trump anunció el jueves pasado que permitiría la pesca comercial en una de las reservas oceánicas más grandes del mundo, lo que permitiría la actividad industrial por primera vez en más de una década en una vasta zona del Pacífico salpicada de atolones de coral y poblada por tortugas marinas y ballenas en peligro de extinción.
Trump emitió una orden ejecutiva que abre el Monumento Nacional Marino del Patrimonio de las Islas del Pacífico, ubicado a unos 1200 kilómetros al oeste de Hawái. El presidente George W. Bush estableció el área protegida en 2009 y el presidente Barack Obama la expandió en 2014 hasta su superficie actual de casi 127,000 kilómetros cuadrados.
Una segunda orden ejecutiva ordenó al Departamento de Comercio de Estados Unidos flexibilizar las regulaciones que “sobrecargan a las industrias de pesca comercial, acuicultura y procesamiento de pescado de Estados Unidos”. También solicita al Departamento del Interior que realice una revisión de todas las áreas protegidas marinas y emita recomendaciones sobre las que deberían abrirse a la pesca comercial.
Acabando con el medio ambiente con cada propuesta firmada
También solicitó una revisión de todas las demás áreas protegidas marinas para decidir si también deberían abrirse a la pesca comercial. Además, la administración Trump propone redefinir el término «daño» en la Ley de Especies en Peligro de Extinción, de forma que se permita un mayor daño a los hábitats de estas especies.
La mayor amenaza para la diversidad de la vida en nuestros océanos en los últimos 50 años, más que el cambio climático o la contaminación por plásticos, han sido las prácticas pesqueras insostenibles. La pesca ilegal y poco reglamentada ha sido una amenaza enorme que no ha recibido suficiente atención por los medios de comunicación.
En gran parte del océano, la regulación y la supervisión de la pesca comercial u otras actividades humanas son escasas o nulas. Esto explica, en parte, que aproximadamente una décima parte de las especies de plantas y animales marinos se consideran amenazadas o en riesgo.
También es la razón por la que países de todo el mundo han estado creando áreas marinas protegidas. Y por qué, evidentemente, necesitan más protección que nunca. El problema de cuando países como Estados Unidos deciden tomar decisiones como esta no solo atentan contra la biodiversidad de su territorio, sino del mundo entero. En entornos simbióticos (como lo son todos los ecosistemas incluyendo el océano) cuando un ecosistema sufre, todo el entorno sufre también.
A pesar de que los países tengan el derecho constitucional sobre sus propias tierras, el tomar decisiones que atentan contra la biodiversidad mundial de esta manera es un abuso de poder que afecta a todo el mundo. No se trata únicamente de decidir por ellos mismos.
Cómo las áreas marinas protegidas protegen a las especies
Las áreas marinas protegidas están diseñadas para proteger partes del océano del impacto humano, como la extracción de petróleo y gas en alta mar y las prácticas pesqueras industriales.
Diversos estudios han demostrado que estas áreas pueden generar numerosos beneficios tanto para la vida marina como para los pescadores, al permitir la recuperación de las especies sobreexplotadas y garantizar su salud a futuro.
Una década después de que en México se estableciera el área protegida de Cabo Pulmo en el mar de Cortés, por ejemplo, la biomasa de peces aumentó casi un 500%.
Estas áreas protegidas, que abarcan más de 30 millones de kilómetros cuadrados (11,6 millones de millas cuadradas) en 16,000 ubicaciones, ofrecen refugio, lejos de las actividades humanas, a una amplia variedad de criaturas vivientes, desde corales hasta tortugas marinas y ballenas. Ofrecen a las poblaciones de peces un lugar donde prosperar, y estos peces se extienden a las aguas circundantes, lo que beneficia a la industria pesquera y a las economías locales.
Las áreas marinas protegidas exitosas tienden a tener hábitats más saludables, más peces, más especies de peces y peces más grandes que áreas similares sin protección. Estudios han demostrado que el tamaño promedio de los organismos es un 28 % mayor en estas áreas que en áreas de pesca sin protección. La cantidad de crías que tiene un pez está directamente relacionada con el tamaño de la madre.
Todo esto contribuye a la creación de empleos a través del ecoturismo y al apoyo de las comunidades pesqueras locales fuera del área marina protegida.
Las áreas marinas protegidas también tienen un efecto de contagio: las crías de poblaciones de peces saludables que desovan dentro de estas áreas a menudo se extienden más allá de ellas, lo que también ayuda a que las poblaciones de peces fuera de sus límites prosperen.
En última instancia, la industria pesquera se beneficia de un suministro continuo. Y todo esto ocurre a bajo costo. Las áreas totalmente o altamente protegidas representaban menos del 3% del océano, según Marine Protection Atlas. Si todo esto puede suceder con tan sólo 3% de áreas protegidas, ¿qué no podríamos hacer con más? ¿y cómo es posible que queramos reducir un porcentaje que ya es tan pequeño?
Si lo que a Trump (y a todos los líderes que atentan contra el medio ambiente) le interesa es la economía, entonces lo que deberían de hacer es crear todavía más áreas protegidas para que las especies puedan prosperar. Esta medida no es sólo peligrosa para la biodiversidad, también es absurda para los fines económicos que pretende alcanzar. Vaya manera de sacrificar la flora y la fauna marina sin ningún fin justificado.
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