En 2022, durante la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente los representantes de 175 naciones acordaron comenzar a redactar un tratado global que restringiría el crecimiento explosivo de la contaminación plástica.
¿Qué indicaba el acuerdo?
El acuerdo comprometía a las naciones a trabajar en un tratado amplio y jurídicamente vinculante que no solo buscaría mejorar el reciclaje y limpiar los residuos plásticos del mundo, sino que también abarcaría restricciones a la propia producción de plásticos. Esto podría incluir medidas como la prohibición de los plásticos de un solo uso, una importante fuente de residuos.
Los partidarios afirmaban que un tratado global sobre plásticos sería el acuerdo ambiental más importante desde el Acuerdo de París de 2015 sobre el cambio climático, en el que las naciones acordaron reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Los negociadores se reunirán este año en la primera de muchas rondas de conversaciones para concretar los detalles del tratado sobre plásticos, con el objetivo de sellar un acuerdo para 2024.
Las negociaciones sobre el primer tratado mundial sobre la contaminación plástica, lanzadas con gran esperanza en 2022 tendrían que haber encaminado al mundo hacia la lucha contra el crecimiento explosivo de los residuos plásticos.
Sin embargo, se han convertido en el más reciente ejemplo de la lentitud y el estancamiento de las negociaciones por consenso en las Naciones Unidas.
¿Qué obstaculizó el tratado?
Tras 10 días de lo que estaba programada para ser la ronda final de conversaciones, los países no habían llegado a un acuerdo sobre un solo artículo del tratado más amplio, incluido uno que buscaría frenar la producción de plástico, un enfoque al que se oponen las naciones productoras de plástico y sus componentes petroquímicos.
Sin embargo, la mayoría de los países participantes en las negociaciones han apoyado la reducción de la producción de plástico, argumentando que el problema de los residuos plásticos debe abordarse desde su origen.
Han señalado estadísticas alarmantes: la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos estima que, sin una acción global para frenar la contaminación por plástico, la producción de plástico entre 2020 y 2040 crecerá un 70 %, alcanzando los 736 millones de toneladas.
En general, se estima que menos del 10 % de los residuos plásticos mundiales se reciclaron en 2020; el resto se eliminó en vertederos, se incineró o se liberó al medio ambiente.
Un acuerdo en un punto muerto
Durante las negociaciones, los desacuerdos no se limitaron a cuestiones de producción. Los negociadores llenaron todo el borrador del tratado con «corchetes», o paréntesis, alrededor del texto, lo cual lo hizo menos conciso. En un momento dado, hubo casi 1500 corchetes, según un recuento de GSCC, una red de profesionales de la comunicación centrada en el cambio climático.
Este impasse se produjo a pesar del impulso, o al menos de la urgencia, en torno a la necesidad de abordar la contaminación por plásticos no solo para proteger el medio ambiente, sino también para salvaguardar la salud humana.
En una severa advertencia publicada en la revista The Lancet antes de las conversaciones, destacados investigadores de la salud y médicos calificaron la contaminación por plásticos de «peligro grave, creciente y poco reconocido» para la salud pública, que le costaba al mundo al menos 1,500 millones de dólares al año.
Y en las negociaciones del tratado, más de 80 países firmaron una propuesta liderada por Suiza y México para incluir controles sobre las sustancias químicas tóxicas en los productos plásticos. Sin embargo, una liga de países productores de petroquímicos, junto con grupos industriales, se ha opuesto firmemente a cualquier control de la producción.
La administración Trump, por su parte, también se opuso a los límites de producción, proponiendo al inicio de las conversaciones eliminar del tratado una referencia a abordar “el ciclo de vida completo de los plásticos”. El miércoles, John E. Thompson, alto funcionario del Departamento de Estado, declaró en la sesión plenaria de la conferencia que el texto aún “cruza muchos de nuestros límites”.
Los grupos industriales han participado activamente en las conversaciones, lo que ha suscitado preocupación por la influencia corporativa en las negociaciones del tratado. Importantes autoridades de las industrias de combustibles fósiles y petroquímica tuvieron una influencia importante durante la cumbre, hablando en el plenario e impulsar su agenda a plena vista. Y esta es probablemente una de las razones por las que el tratado que parecía ser histórico terminó brillando por las enormes promesas que planteó y lo poco que terminó por cumplir.
Y es que un tratado contra los plásticos va más allá de su importancia ecológica sino que trasciende al ámbito de salud pública y está íntimamente ligado con el lobbying de las empresas petroleras y la explotación laboral de las plantas que dan malas condiciones a sus empleados.
Si hay un momento para poner en marcha un tratado que le ponga fin a estas malas prácticas y finalmente intente transicionar a un material menos dañino definitivamente es este. Nuestra supervivencia depende de ello, y debemos hacer todo lo posible para concentrar los esfuerzos en el bienestar del planeta y no de un puñado de empresas o naciones.
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