En el corazón del México prehispánico, el agua fluía como la sangre de la tierra, alimentando la vida y la espiritualidad de sus antiguos habitantes. No era simplemente un recurso; era un ente sagrado, un vínculo vital entre la humanidad y lo divino. Hoy, enfrentamos una crisis hídrica que nos urge a mirar hacia atrás, hacia la sabiduría de aquellos que nos precedieron, para redescubrir el valor sagrado del agua.
Para los pueblos prehispánicos, el agua era mucho más que una necesidad física; era un pilar de su cosmovisión, entrelazada con deidades, rituales y la misma creación del universo. Esta conexión espiritual guiaba sus prácticas agrícolas, urbanísticas y rituales, mostrando un profundo respeto y entendimiento del ciclo natural.
Para los mexicas, Chalchiuhtlicue simbolizaba la generosidad y fuerza vital de los lagos y ríos. Como protectora de la navegación, su veneración refleja la importancia crítica del agua para la supervivencia y prosperidad.
La deidad maya Chaac personificaba la lluvia, esencial para las cosechas. Invocado con gran reverencia, Chaac demuestra cómo la supervivencia dependía de la relación armónica con el ciclo del agua.
En la cosmovisión mixteca, Dzahui era el guardián que aseguraba la llegada de la lluvia. Su historia nos recuerda la dependencia ancestral de los ciclos naturales, fundamentales aún en el presente.
Similar a Chaac y Tláloc, Pitao Cocijo encarna la tormenta, un recordatorio zapoteca de la fuerza y el poder regenerador del agua.
Tláloc, entre los más célebres, custodiaba las lluvias. Las ceremonias en su honor reflejan la profunda gratitud y respeto de los mexicas hacia el agua como fuente de vida.
Contrastando la reverencia prehispánica, hoy enfrentamos una realidad donde el agua se desperdicia y contamina. México, con su rica historia hídrica, ahora lucha contra una severa huella hídrica, evidenciando la desconexión con este recurso vital.
Reavivar la visión prehispánica del agua implica no solo reconocer su sacralidad sino también adoptar medidas concretas para su conservación. Desde políticas públicas hasta acciones cotidianas, cada esfuerzo cuenta en la misión de preservar el agua para futuras generaciones.
La crisis hídrica actual nos llama a reflexionar sobre nuestra relación con el agua. Inspirándonos en la sabiduría prehispánica, podemos forjar un nuevo camino hacia la sostenibilidad, donde el agua vuelva a ser vista como un ente sagrado, esencial para la vida y la espiritualidad.
Te dejamos algunas preguntas para reflexionar: ¿Cuál de todas las deidades que te compartimos te gustó más?¿Por qué crees que ahora no concebimos el agua como nuestros ancestros lo hacían?
¿Crees que recuperar esta cosmovisión ayudará a que cuidemos y valoremos más este recurso?
Por Michelle Arzate, de @viveplaneta_
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