Ciudad de México 2 de octubre._ Hambre y cambio climático.
En 2020 nuestro planeta tenía, según datos de la FAO, 768 millones de personas subnutridas, aproximadamente un 10 % de la población mundial.
Y la pandemia de la covid-19 ha agravado esta situación.
Aunque el mayor número de personas hambrientas está en Asia (379 millones en 2019), la mayor prevalencia de subnutrición está en África subsahariana, donde el 22 % de las personas no pueden satisfacer sus necesidades alimentarias básicas.
La desnutrición tiene su origen en diversas causas.
El cambio climático es una de ellas debido a que afecta al rendimiento agrícola según el cultivo y la región.
El aumento de las temperaturas globales ha provocado una reducción de la productividad agrícola de un 21 % desde 1961, en comparación con un escenario sin cambio climático. Esto ha supuesto una considerable reducción de la producción mundial de alimentos básicos como el arroz y el trigo.
La relación entre producción alimentaria y cambio climático también se da de forma inversa.
La intensificación agrícola genera un daño ambiental serio. Algunas de sus manifestaciones son la deforestación de las tierras de pastoreo, la contaminación por pesticidas y la liberación de gases de efecto invernadero.
Asimismo, la agricultura genera entre el 19 % y el 29 % del total de emisiones de gases de efecto invernadero.
Las previsiones no son optimistas. Si se mantiene el ritmo de crecimiento actual de las emisiones de gases de efecto invernadero no parece viable limitar el aumento de temperatura según lo acordado en el Tratado de París.
Esto sería nefasto para la seguridad alimentaria mundial pues pondría en riesgo un tercio de la producción mundial de alimentos por las alteraciones derivadas del aumento de las temperaturas, los cambios en los patrones de lluvia, la desertificación, la escasez hídrica, etcétera.
Además, esto afectaría principalmente al sur y sureste de Asia y África, donde la magnitud del hambre es mayor.
La causa del hambre no está en que falten alimentos en el mundo.
De hecho, según FAOSTAT, ha crecido la producción de alimentos per cápita a nivel mundial. El hambre es el resultado de los problemas estructurales del sistema mundial de alimentación, ya sea en la producción, la transformación, la distribución o las pautas de consumo.
Por tanto, la lucha contra el hambre se ha de abordar de manera global.
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