El megatsunami de 9 días del que nadie supo nada hasta ahora

En septiembre de 2023, un fenómeno sin precedentes sorprendió a la comunidad científica: una señal sísmica de origen desconocido se propagó por el planeta, viajando desde el este de Groenlandia hasta la Antártida en menos de una hora, publica National Geographic. 

Lo más insólito fue que, lejos de ser un evento pasajero, estas ondas sísmicas continuaron retumbando durante nueve días, como si la Tierra se hubiera convertido en una campana inmensa. Nadie sabía de qué se trataba, ni cuál era la fuente que mantenía a los expertos en sismología perplejos.

Hoy, un grupo de científicos ha desvelado la causa de estos misteriosos signos: un deslizamiento de tierra masivo en un fiordo remoto de Groenlandia provocó un megatsunami con olas de hasta 200 metros de altura.  

Según el estudio publicado en Science, el tsunami resonó dentro del estrecho valle, rebotando entre las paredes del canal y generando las inusuales ondas sísmicas, similares al eco de un gigantesco instrumento musical.  

La clave de la confusión inicial fue la uniformidad de las ondas. A diferencia de las señales generadas por un terremoto, estas vibraciones resultaron sorprendentemente monocromáticas y prolongadas, repitiéndose cada 90 segundos.  

Al principio, los investigadores pensaron que podrían estar relacionadas con la actividad volcánica, como las ondas largas provocadas por la erupción submarina más grande registrada en 2018.  

Pero lo que diferenciaba a este caso era la duración inusitada: días en lugar de horas.  

En su afán por encontrar respuestas, científicos de todo el mundo se unieron en un chat colectivo para compartir ideas. Las hipótesis fueron tan variadas como extrañas, desde erupciones volcánicas hasta monstruos de fiordos.

Sin embargo, fue una combinación de datos sísmicos, imágenes satelitales y simulaciones por ordenador lo que finalmente llevó al equipo a identificar el origen: el Fiordo Dickson, una región despoblada y hasta entonces inexplorada.  

La investigación reveló una serie de eventos catastróficos que desencadenaron el megatsunami. Desde una ladera montañosa, 25 millones de metros cúbicos de roca y hielo se precipitaron sobre un glaciar, lanzando una masa colosal al fiordo.  

Al impactar, las olas resultantes se alzaron con una fuerza tan devastadora que llegaron a duplicar la altura de la Estatua de la Libertad.  

Lo más inquietante fue la persistencia del fenómeno: mientras que la mayoría de los tsunamis desaparecen en cuestión de horas, este continuó resonando por más de una semana.  

La razón de la prolongación radica en la forma particular del fiordo. Un giro brusco cerca de su boca y una presa glacial al final impidieron que la energía del tsunami se disipara, lo que permitió que las olas, de hasta 7 metros de altura, se reflejaran entre las paredes del canal durante nueve días.

Este extraño eco, conocido como seiche, transformó al fiordo en un inmenso resonador natural. La historia también pone de relieve un fenómeno preocupante: el papel del cambio climático en el aumento de catástrofes naturales.  

La investigación de los científicos apunta que el glaciar que alimentaba el fiordo se había adelgazado considerablemente en los últimos años, debilitando las paredes del valle y provocando el colapso de la ladera. Este tipo de eventos, advierten los expertos, podrían volverse más comunes a medida que el deshielo en las regiones polares continúe.  

El tsunami de 2004 en el Índico: el más devastador de la historia Sin víctimas Lo más alarmante es que, aunque en este caso no hubo víctimas humanas, las repercusiones pudieron haber sido devastadoras.  

En 2017, otro deslizamiento en el Fiordo Karrat, en el oeste de Groenlandia, generó un tsunami que destruyó un pueblo y cobró la vida de cuatro personas.

Eventos como estos demuestran la urgencia de monitorear las áreas más remotas del planeta, donde los desastres naturales pueden golpear sin previo aviso. Afortunadamente, la creciente red de sensores sísmicos globales brinda una herramienta invaluable para detectar estos fenómenos.

Aunque en este caso no hubo pérdidas humanas, se estima que más de 200.000 dólares en infraestructura fueron destruidos en una estación de investigación no ocupada en la Isla Ella, cerca del fiordo afectado. 

Con información de National Geographic  

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reddmemp

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