En las últimas semanas, los gobiernos de todo el mundo han promulgado medidas drásticas para mitigar la amenaza de COVID-19.
Es demasiado pronto para saber si estas medidas resultarán ser demasiado escasas para limitar la mortalidad masiva, o tan extremas que desencadenarán una catástrofe económica. Pero lo que está absolutamente claro es que la respuesta a la pandemia está en claro contraste con la falta de medidas efectivas sobre el cambio climático, a pesar de una serie de similitudes entre las dos amenazas.
Las alarmas tanto para COVID-19 como para el cambio climático fueron activadas por los expertos, mucho antes de que se produjeran las crisis visibles. Es fácil de olvidar, pero en el momento de escribir este artículo, el total de muertes por COVID-19 es inferior a 9.000: son las aterradoras predicciones de los modelos informáticos de números mucho mayores las que han alertado a los gobiernos sobre la necesidad de actuar con rapidez, a pesar de la perturbación que esto está causando en la vida cotidiana.
Sin embargo, los modelos informáticos del cambio climático también predicen una marcha constante de aumento de las muertes, superando las 250.000 personas por año dentro de dos décadas.
Como científicos que hemos estudiado el cambio climático y la psicología de la toma de decisiones, nos preguntamos: ¿Por qué las respuestas de los gobiernos a COVID-19 y al cambio climático, que requieren tomar decisiones difíciles para evitar futuros desastres, difieren tan drásticamente? Sugerimos cuatro razones importantes.
Miedo instintivo
Una amenaza de rápida evolución
En segundo lugar, COVID-19 es una nueva amenaza que explotó en la conciencia mundial con evidente urgencia mientras que el cambio climático ha estado en el radar durante décadas.
No hubo tiempo para que los intereses creados montaran una resistencia similar a la política de COVID-19, por lo que los gobiernos parecen estar actuando con el consejo de los profesionales de la salud por el bien público.
Estrategias claras
Incluso los expertos no están de acuerdo en cuál es exactamente la mejor manera de reducir las emisiones de carbono y al mismo tiempo minimizar el daño económico. Esta falta de claridad ha contribuido a la confusión y a la parálisis de las decisiones por parte de los responsables políticos.
La capacidad de las naciones de ir por su cuenta
Si bien la respuesta internacional a COVID-19 ha sido criticada, todavía nos da esperanzas de que se puede lograr una política sólida sobre el cambio climático si logramos superar las desventajas psicológicas que mantienen a los gobiernos complacientes.
En este momento, los cambios de política necesarios para mitigar el cambio climático parecen mucho menos perturbadores -económica, social y culturalmente- que las medidas que se están adoptando en este momento para hacer frente a COVID-19.
De hecho, las emisiones de dióxido de carbono probablemente podrían reducirse drásticamente mediante aumentos graduales del precio del carbono a nivel mundial de manera imperceptible en la vida cotidiana de la mayoría de las personas.
Cuando se asiente el polvo de COVID-19, deberíamos mirar hacia atrás en este momento como prueba de que nuestras sociedades no están esclavizadas por el destino, y encontrar la fuerza en la capacidad demostrada de las sociedades modernas para reaccionar ante las emergencias mundiales.
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